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El verdadero cambio sólo se inicia cuando salimos de lo que la Biblia considera autoengaño (Stg 1.22-26; 1 Jn 1.8) y que los sicólogos modernos llaman negación y entramos en aquello que la Escritura denomina convicción de pecado (Jn 16.8).

J.I. Packer, El Renacer de la Santidad, Editorial Caribe (1995), p.121

[Arrepentirse] significa volver sobre lo que antes se ha hecho y renunciar a la mala conducta por la que la vida o la relación de uno estaba siendo dañada. En la Biblia, arrepentimiento es un término teológico que indica un abandono de aquellas formas de actuar en las cuales hemos desafiado a Dios abrazando lo que El aborrece y prohíbe. La palabra hebrea quiere decir darse vuelta o volver, mientras que el término griego correspondiente tiene el sentido de cambiar de parecer, de tal modo que uno cambie también su comportamiento.

Arrepentirse significa alterar los propios hábitos de pensamiento, las propias actitudes, la perspectiva, la práctica, la dirección y la conducta de un modo tan completo como si hubiera que sacar la vida de uno de un molde equivocado y meterla en otro. El arrepentimiento es una verdadera revolución espiritual.

Arrepentirse, en el pleno sentido de la palabra, cambiar realmente como hemos descrito, solo es posible para los cristianos: para aquellos creyentes que han sido libertados del domino del pecado y hechos vivos para Dios. El arrepentimiento constituye, en este sentido, un fruto de la fe, y por tanto un don de Dios (Hch 11.18).

J.I. Packer, El Renacer de la Santidad, Editorial Caribe (1995), p.121, 122

La unidad de la Biblia es uno de los argumentos a favor de su credibilidad. La Biblia está compuesta de sesenta y seis libros escritos por unos cuarenta autores diferentes a través de unos mil quinientos años aproximadamente. Pero no contiene sesenta y seis temas, sino uno solo: “El pecado del hombre y la redención de Dios mediante la persona de Jesucristo”.

Cristo o un tema cristológico puede ser encontrado en cada uno de los libros de la Biblia y es por eso que sin temor a equivocarnos podemos decir que toda la Biblia es acerca de la persona de Jesús.

Miguel Núñez, ¿Y quién es Jesús? , Editorial Portavoz (2007), p.135,136

“Venga tu reino. Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.”

Mateo 6:10

Cuando el Reino de Dios se acerca trae consigo arrepentimiento y salvación. Es decir, que cuando oramos “venga a nosotros tú reino” estamos también diciendo “venga a nosotros tu salvación”.

El Señor Jesús nos manda a buscar primero su reino y su justicia (Mt. 6:33) antes de estar afanándonos por lo que habremos de comer, beber o vestir, ya que son los gentiles (los que no conocen a Dios) los que buscan con afán éstas cosas. Es evidente entonces que el reino de los cielos no consiste en comida, ni en bebida, sino más bien en vivir una vida santa consagrada al servicio del Señor Jesús.

El reino de los cielos jamás consistirá en declarar y reclamar cosas terrenales, las cuales son vanas y pasajeras, sino en recibir y proclamar el arrepentimiento y el perdón de pecados (Mt. 3:2).

Por lo tanto, cuando oremos “venga a nosotros tu reino” hagámoslo consientes de que lo que estamos pidiéndole a Dios es que “desplace, quite y destruya” todo lo que hay en nosotros que no sea de su reino, para así nosotros poder asir lo que verdaderamente viene de arriba, del reino de la luz.

Por ningún motivo queramos comparar el reino de Dios con las cosas terrenales de este mundo, diciendo que su reino es abundancia de bienes. Más bien digamos que es humildad de espíritu y sencillez de vida después de haberle recibido.

Su reino también trae libertad, sanidad, liberación, pero no olvidemos que todo esto es para que su gloria y honra. Jamás para la nuestra.

Continuando con la serie titulada “Como mi pastor estudia la Biblia”, a continuación publicamos los hábitos de lectura y estudio de la Palabra de Dios del pastor José (Pepe) Mendoza. Espero que les sea de bendición.

Desde hace casi 30 años tengo el mismo hábito de lectura devocional que consiste en básicamente leer 3 capítulos del Antiguo Testamento por 2 del Nuevo Testamento de lunes a viernes. Eso permite leer en orden el Antiguo una vez y el Nuevo dos veces en un año. Al leer procuro fijarme en un par de aspectos importantes: En primer lugar, yo marco las divisiones de los párrafos por ideas, personajes, datos generales etc. Con un lápiz hago una línea corta bajo el texto que contiene ideas secundarias y una raya más larga bajo el texto que termina las ideas. Con un lapicero negro delgado marco las palabras o textos principales que llaman mi atención y aquellos en los que considero que el Señor me está hablando de manera particular. También procuro hacer pequeñas notas a los lados (palabras importantes, secuencias, contra-referencias, palabras en idioma original) que me ayuden a entender mejor el pasaje. Procuro no recurrir mucho a comentarios en mi tiempo devocional porque trato de que el Señor me hable desde el texto mismo y sin ayudas.

Hasta hace algunos 10 años atrás, en mi agenda yo escribía los textos que me llamaban más la atención, y les hacía breves notas que luego me servían para reflexionar nuevamente sobre ellos, y algunas veces eran como pequeños bosquejos para compartir con otros o convertirlos luego en sermones y en clases. Con el arribo de las agendas electrónicas ya no lo seguí haciendo (se perdió el placer que produce escribir en el papel). Sin embargo, durante cuatro años hice que esas notas se convirtieran en reflexiones breves que ahora forman un volumen de varios cientos de páginas.

Ya que el Señor me ha concedido el privilegio de ganarme la vida estudiando su Palabra, es que yo trato de que mi tiempo devocional sea muy íntimo y personal. Yo paso todo el día leyendo libros cristianos y teológicos por lo que no los coloco dentro de mis necesidades devocionales. Sin embargo, antes de entrar al ministerio siempre tenía un libro que me acompañaba todo el día (para ir leyéndolo en el "camino"), dos o tres en la mesa de noche (para la lectura nocturna, y que todavía hoy me acompañan) y una buena dosis de libros de referencia (comentarios, teologías sistemáticas y esas cosas) para los momentos de búsqueda de respuestas precisas. Yo también reflexiono mucho con los periódicos (reviso más de media docena por Internet casi diariamente), el cine temático (de lo poco que hay) y la historia (reciente y pasada). Yo aprendí hace mucho que uno de los grandes errores de los cristianos es "saberse todas las respuestas sin haber escuchado nunca las preguntas".

Con el transcurso de los años, el ir y volver una y otra vez a los textos, he ido encontrando riquezas inimaginables que yo reconozco me han sostenido espiritualmente más que cualquier otra actividad en donde he recibido la Palabra de Dios. Los libros han sido inspiradores y clarificadores, las prédicas esclarecedoras y confrontadoras, pero la voz de mi buen Dios hablándome en "lo secreto" ocupará siempre el primer lugar en mi corazón y mi mente.

José (Pepe) Mendoza es peruano. Está felizmente casado con su esposa Erika, y juntos tienen una linda niña de 12 años. En los últimos 20 años ha servido como pastor y maestro en Perú, Chile, Canadá y ahora República Dominicana. Sus grados son bachiller en teología pastoral en Perú, Licenciado en Teología en Chile, una Maestría en Estudios Cristianos con mención en Mundo Laboral en Canadá, y es candidato doctoral en Teología Moral del Oxford Centre for Mission Studies. Estudió Administración de negocios y por unos años trabajó en bancos y desarrolló algunos negocios hasta que entró al ministerio a tiempo completo. Ahora es el director del Instituto Integridad y Sabiduría y uno de los maestros de la Iglesia Bautista Internacional. Finalmente, y lo más importante, es que se considera un Pecador (con P mayúscula y doblemente pecador como su nombre mismo lo indica: PP) al que el Señor salvó por pura gracia y todo lo poco que ha podido hacer, lo ha conseguido por que Él ya lo había preparado de antemano.

“Yo simplemente señalo que la cruz debe ser levantada otra vez tanto en el centro de la ciudad como en la torre de una iglesia. Yo estoy reivindicando el hecho de que Jesús no fue crucificado en una catedral entre dos velas, sino en una cruz entre dos ladrones; sobre una pila de basura amontonada de la ciudad; en un cruce de caminos tan cosmopolita que ellos tuvieron que escribir su titulo en hebreo, latín y griego... en una clase de lugar donde los cínicos hablan obscenidades, los ladrones maldicen, y los soldados apuestan. Allí es donde él murió. Y esa es la razón por la que él murió. Y allí es donde los creyentes deberían estar, y es allí donde deberían estar trabajando.”

George MacLeod

Sermón predicado por el pastor Héctor Salcedo de la Iglesia Bautista Internacional el pasado 17 de Mayo del 2009.

El texto base es Santiago 1:2-4, y el sermón puede ser descargado aquí.

A continuación algunos extractos del mensaje:

“Tened por sumo gozo, hermanos míos, el que os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia, y que la paciencia tenga su perfecto resultado, para que seáis perfectos y completos, sin que os falte nada.”

Santiago 1:2-4

Una de las preguntas que más frecuente se nos hace a aquellos que creemos en un Dios soberano, un Dios que tiene el control de todo lo que pasa en su universo es: ¿Como puede ser que exista un Dios que se llama bueno y a la vez exista el sufrimiento, el dolor y la aflicción en el mundo?

Y es más inquietante todavía la pregunta de ¿Por qué el dolor, el sufrimiento y la aflicción están presentes en la vida de los hijos de Dios?

No estamos exentos. Y de hecho podríamos decir que nosotros estamos sometidos a muchas más presiones que muchos de los del mundo que viven cómodamente en sus pecados […]

Lo que nos dice la Palabra de Dios repetidamente ante el sufrimiento, el dolor y la aflicción, es que al final hay una esperanza de que Dios está haciendo eso con un propósito noble y bueno, y que tarde o temprano lo vamos a ver en nuestras vidas […]

La Palabra de Dios menciona diversos propósitos por los cuales Dios permite estas pruebas. Pero la actitud constante en la Palabra es “el gozo” […]

  • Las pruebas nos moldean a la imagen de Cristo. Nos acercan a la presencia de Dios. Nuestra relación con Dios se vuelve más íntima y más cercana
  • Las pruebas prueban mi fe, tanto en su tipo como en su calidad
  • Las pruebas vienen a hacernos más humildes
  • Las pruebas me libran de la dependencia y el afecto hacia las cosas materiales.
  • Las pruebas producen en nosotros una mayor conciencia de nuestra esperanza eterna
  • Las pruebas revelan lo que realmente amamos
  • Las pruebas nos capacitan para ayudar a otros en sus sufrimientos
  • Las pruebas vienen para fortalecernos y hacernos mas útiles para Dios con la poda que EL hace en nosotros
  • Las pruebas nos disciplinan. Cuando nos desviamos nos traen y nos instruye y nos quebranta y nos acerca a El.

Primera ley: El pecado te llevará más allá de donde pensabas llegar.... Decimos: “es que solo pienso llegar hasta aquí”, o, “créeme, que esto está bajo control”. Lo que estaba bajo control, termina controlándote a ti. Controla tu vida; controla tu mente y no te deja descansar. Controlará tu corazón, y lo que controla tu corazón, controlará también tus emociones.

Segunda ley: El pecado te alejará por más tiempo de lo que habías pensado... “Es solo un par de días”... Y los días se convierten en semanas y las semanas en meses y en muchas ocasiones, en años. En el caso de los israelitas...400 años.

Tercera ley: El pecado te costará más de lo que querías pagar. Te costará tu integridad, tu reputación; tu paz... te puede costar la esposa; los hijos, los amigos, el trabajo, el ministerio; la iglesia. Y aún dinero.

Cuarta ley: Pecas a tu manera; pero tienes que regresar a la manera de Dios. Dios determina los términos de tu regreso; y sus caminos pueden ser largos y tortuosos -a la manera del desierto.

Quinta ley: El pecado engendra pecado... Con un pecado tendemos a cubrir otro pecado.

Sexta Ley: El pecado te lleva a justificar lo que has hecho, con lo cual cometes otro pecado: el pecado de la auto-justificación.

Séptima Ley: El placer es efímero, temporal, pero las consecuencias del pecado son duraderas.

Octava Ley: No hay pecado oculto que Dios no ponga de manifiesto; de hecho Jesús lo dijo exactamente de esa manera en Mateo 10:26, Marcos 4:22; Lucas 8:17 y 12:2.

Novena Ley: Mi pecado comienza cuando yo quiero, pero las consecuencias comienzan cuando Dios lo determine. Incluso Dios puede visitar la iniquidad de los padres hasta la tercera y cuarta generación.

Décima Ley: Nadie se burla de Dios. (Gálatas 6:7).

En la mañana de ayer, mientras buscaba un parqueo al llegar a la iglesia, fui testigo de un incidente que recordó a mi vida cuan grande han sido las misericordias Dios para con nosotros.

Un niño de algunos 3 años, estaba corriendo confiada y alegremente por la acera donde está ubicada la iglesia. Mientras corría, no se había percatado del lodo que se encontraba a apenas unos pocos metros de donde corría, y al cual se dirigía apresuradamente. Miré hacia detrás de el para ver si sus padres le acompañaban y si se habían percatado del accidente que podría suceder, pero sus padres estaban algo alejados del niño. Fue cuando en cosas de segundos, el niño entró al lodo húmedo, resbaló y cayó dentro del mismo.

Entonces el niño, luego de caer, se puso de pie y comenzó a caminar hacia sus padres con sus pantalones y sus manos todas sucias de lodo, clamando por “socorro” en su mirada, mientras les presentaba su estado a sus padres.

Cuando su padre lo vio, su reacción fue de sorpresa. Miró al niño sin expresarle una sola palabra pero mostrando en el lenguaje de su cuerpo su inconformidad y molestia con su hijo. Su madre, por su parte, se incomodó tanto que arranco bruscamente de la boca del niño el bobo que el tenía y lo tiró lejos de el como castigo. Entonces, agarró rudamente al niño de su bracito, y ambos, junto al padre, regresaron a su carro para irse nuevamente a su casa. No entraron a la iglesia.

Aparte de la indignación que este evento trajo a mí, por el abuso mostrado por parte de los padres a su hijo, sin darse cuenta de que los únicos responsables de tal suceso eran ellos mismos por permitir que su hijo de tan poca edad se fuera delante de ellos corriendo, este suceso trajo a mi memoria lo misericordioso, paciente y bondadoso que ha sido Dios con cada uno de nosotros en cada momento que hemos pecado contra EL.

A diferencia de estos padres con su hijo, para Dios no es una sorpresa cada vez que pecamos. El conoce cada evento de nuestras vidas al más mínimo detalle. Y aún así, sabiendo el lo pecadores y falibles que somos, cuando nos metemos de cabeza en el lodazal y corremos de vuelta a EL con todos nuestras ropas y manos sucias, el no nos reprende y trata de la manera que esta señora trató a su hijo, sino que por el contrario, EL escucha nuestro clamor, y como un padre amoroso, extiende sus manos y nos acepta en su regazo, a la vez de que nos perdona y nos restaura.

Ciertamente su trato de restauración en muchas ocasiones conlleva algún tipo de disciplina por parte de Dios para con nosotros, pero esta no viene como un fruto de su ira incontrolable, sino como una manera de Dios podarnos o moldearnos para que hagamos morir toda esa pecaminosidad que mora en nosotros, y creciendo en nuestra santificación, nos parezcamos cada día más a su amado hijo Jesús.

Así que la próxima vez que pequemos, debido a nuestra cabeza dura, estupidez, falta de fe, o cualquier otra injustificada razón, y nos metamos de cabeza en ese hoyo lleno de lodo en el cual sabemos encontrarnos en ciertos momentos, no perdamos ni un segundo de tiempo y corramos rápidamente a nuestro Padre amado para que encontremos el oportuno socorro y la misericordia que tanto necesitamos, sabiendo que no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado.

“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna.”

Hebreos 4:15-16

Los ministros no son dignos de su llamado. Todos los predicadores son vulnerables a la acusación de hipocresía. De hecho, mientras más fieles son los predicadores a la Palabra de Dios en su predicación, más expuestos están al cargo de hipocresía. ¿Por qué? Porque mientras más fieles son las personas a la Palabra de Dios, más elevado es el mensaje. Y mientras mas elevado el mensaje, mas lejos estarán de poder cumplirlo por sí mismos.

R.C. Sproul, La Santidad de Dios, Publicaciones Faro de Gracia (2002), p.33

Yo me intimido internamente cuando predico en las iglesias acerca de la santidad de Dios. Puedo anticipar la respuesta de la gente. Ellos salen del santuario convencidos de que han estado en la presencia de un hombre santo. Puesto que me oyen hablar de la santidad, suponen que yo soy tan santo como el mensaje que predico. Es entonces que yo quisiera gritar “¡Ay de mí!”.

Es peligroso asumir que por el hecho de ser atraído hacia el estudio de la santidad, una persona es santa. Hay una ironía aquí. Estoy seguro que la razón por la cual anhelo aprender de la santidad es precisamente porque no soy santo. Yo soy un hombre profano, y es mas el tiempo que paso fuera del templo y de la presencia íntima de Dios que dentro de ellas. Sin embargo, he degustado suficiente de la majestad de Dios para anhelar más. Conozco lo que es ser perdonado y enviado a una misión. Mi alma clama por más. Mi alma necesita más.

R.C. Sproul, La Santidad de Dios, Publicaciones Faro de Gracia (2002), p.33

Si cada día de mi vida pudiese recordar que la forma de hacerme más fuerte es debilitándome; si aceptara que las frustraciones, los obstáculos y los accidentes de cada jornada constituyen las formas que Dios tiene de hacerme reconocer mi debilidad a fin de que pueda ser posible para mí el llegar a ser fuerte; si no me traicionase a mi mismo con la autoconfianza, basada en mi conocimiento, pericia, posición, habilidad con las palabras, etcétera, durante gran parte del tiempo, ¡que enorme diferencia supondría de mi!.

¡Quiera Dios en su misericordia debilitarnos a todos!

J.I. Packer, El Renacer de la Santidad, Editorial Caribe (1995), p.237, 238

Una perturbadora creación literaria del siglo veinte, perturbadora en cuanto a que refleja mucha verdad desagradable acerca de nosotros mismos, es Peter Pan, “el niño que no quería crecer”, como subtitula la obra de su autor, J.M. Barrie. Durante las dos últimas generaciones, Peter Pan ha sido aplaudida y disfrutada como un gran espectáculo para niños. Otras generaciones la percibieron simplemente como la narración de Peter y los piratas, con la participación de Wendy, y fue tenida en gran estima […]

Sin embargo, Peter no es alguien con quien ninguno niño, o, si vamos a ello, ningún adulto inteligente se identificará. Esa declaración que repite por dos veces de “solo quiero seguir siendo un niño para siempre y pasarlo bien” es verdaderamente una mala señal. Peter representa la fijación de una fase que atraviesan, y si todo va bien superan, los niños. Su elección (porque de eso se trata), consiste en detener su propio desarrollo, le deja tan imperfecto que hemos de describirlo como un antihéroe: un personaje verdaderamente antipático e incluso repelente.

A pesar de su valentía, ingenio y capacidad de liderato, Peter es también engreído, ensimismado, cruel y alguien incapaz de amar o de recibir amor de otros. Después de atravesar grandes capas de ambivalencia sentimental, la obra deja claro que, tras su estancia en el país de Nunca Jamás, Wendy y sus hermanos salen ganando con volver a una familia comprometida con el estado adulto como destino normal de la niñez. Para Peter, el volver la espalda al mundo de las relaciones y el trabajo a fin de seguir tocando perpetuamente su flauta de Pan entre las hadas, constituye una tragedia a escala reducida. Se espera así lo consideran también las personas mayores que hay en el auditorio.

El actual abandono por parte de Occidente de la seguridad de sus principios cristianos a cambio del materialismo secular, ha dado origen a lo que solo puede denominarse cultura de Peter Pan. En ella se estimula la aparición y el afianzamiento de todas las facetas de ese egoísmo pueril presentes en Peter, y cuando eso sucede se les trata como virtudes. En una cultura semejante resulta difícil llegar a ser un adulto responsable, particularmente en el terreno de las emociones. Se ha dicho con razón que el mayor problema social del mundo moderno es la inmadurez emocional extrema disfrazada de estilo de vida adulto. En el orden divino de cosas, la familia humana debe funcionar como una cadena de relaciones donde se aprendan a fondo la lección del amor responsable y la estrategia vital. Sin embargo, con el debilitamiento de la vida familiar en casi todas sus partes, esto no está sucediendo.

El mundo de hoy se encuentra repleto de personas cuyos cuerpos de adultos albergan una constitución emocional juvenil e incluso infantil; gente que, dicho de otro modo, quieren seguir siendo siempre niños o niñas y pasárselo bien. La abundancia material hace posible que, a partir de la adolescencia, la autoindulgencia pueril se convierta en un estilo de vida cuyos resultados en los años tardíos son dolorosos […]

Una vez más es Jesús, “el autor y consumador de la fe” (Heb 12.2), quien se yergue ante nosotros como modelo de esa madurez emocional y actitudinal a la que nuestro crecimiento en la gracia debe conducirnos. Es sobre todo al medirnos por Él, mientras le descubrimos en las páginas de los evangelios, como llegamos a ver cuáles son nuestras verdaderas necesidades en esa área, y lo que el crecimiento hacia su estatura va a exigir de nosotros.

J.I. Packer, El Renacer de la Santidad, Editorial Caribe (1995), p.197-199

Las personas regeneradas (nacidas de nuevo) saben que el pecado cuando es acariciado llega a ser un estorbo para gozar de la comunión con Dios; ello insta al Señor a quitarles la seguridad y hacer que sientan su desagrado mediante la disciplina tanto interna como externa. De modo que tales personas experimentan el impulso constante de orar como lo hacía el salmista: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno” (Sal 139.23).

J.I. Packer, El Renacer de la Santidad, Editorial Caribe (1995), p.135

¿Podemos nosotros mediante la oración de súplica controlar y dirigir el poder de Dios? ¿Es ese el sentido de aquellas palabras de Jesús acerca del mover montañas mediante la plegaria (Mt 17.20; 21.21; Mc 11.22-24; cp 1 Co 13.2)? ¿Es esa la lección que debemos sacar de que Elías detuviese e iniciase la lluvia por la oración? (Stg 5.16b-18)? La respuesta en breve es “No”, nosotros no podemos manipular a Dios para que haga nuestra voluntad cuando esta no coincide con la suya.

Sin embargo Él desea habitualmente dar bendiciones en respuestas a la oración; la cual, por medio de incentivos sacados de la Escritura y cargas que su Espíritu pone en nuestros corazones, Él nos impulsa a hacer. Por este medio Dios logra dos propósitos a la vez: dar buenos dones a sus hijos, lo cual se deleita en hacer, y enriquecer la relación de estos consigo mismo a través del gozo y de la emoción especial que supone ver que esas cosas buenas han sido concedidas en respuesta a sus peticiones.

Si queremos que el poder de Dios actué en respuesta a nuestras oraciones (y algo va mal en nosotros si no tenemos ese deseo), lo que hemos de hacer no es autoinducirnos la certeza de que aquello que hemos decidido pedir sucederá simplemente porque nos hayamos asegurado a nosotros mismos que así será. Nuestra tarea consiste más bien en buscar el parecer de Dios en cuanto a las necesidades que nos apremian y permitirle que nos enseñe (con tanto o tan poco detalle como las Escrituras y el Espíritu puedan sugerirnos en cada caso) de que manera deberíamos pedir “hágase tu voluntad”, siguiendo así la senda de oración de Jesús en Getsemaní.

J.I. Packer, El Renacer de la Santidad, Editorial Caribe (1995), p.230-232

Creo que este es un buen post para publicar hoy, en día de mi cumpleaños #34.

Si Dios me ha llamado al evangelismo, es ciertamente la santidad, y no mis talentos y dones, el requisito #1 y primordial para yo poder ser un canal o vaso que Dios pueda utilizar para su honra y gloria.

Una línea de pensamiento en cuanto a la evangelización que se ha debatido recientemente parece expresar que la predicación pública del evangelio no es todo lo que debiera ser a menos que vaya acompañada de cierto tipo de manifestaciones físicas (señales, prodigios y milagros). Estas cosas, quiere darse a entender, confieren una credibilidad al mensaje que de otro modo este no tendría, y provocan la “confrontación de poder” que el mensaje verbal, por sí solo, difícilmente produciría.

Sin embargo, según los criterios bíblicos, a mi esa me parece una afirmación altamente exagerada y un verdadero error, que pone también a aquellos que proclaman el evangelio públicamente en una senda muy resbaladiza. La tentación de manipular a la gente, y las situaciones, de modo que parezca que el poder de Dios está produciendo aquellas manifestaciones deseadas puede hacerse irresistible, y la reacción que viene cuando las investigaciones demuestran que Dios no está actuando a las órdenes del evangelista, ineludible.

No podemos institucionalizar y utilizar el poder de Dios ni para convertir las almas ni para proporcionar milagros. Es Dios quien nos usa, y no nosotros a El. Por muy buena intención que tengamos, cada vez que pretendemos que Él baile a nuestro compás ello supone un traspié espiritual. Esto no significa que el Dios de toda gracia no utilice empresas evangelísticas humanas de tal suerte equivocadas. Lo que quiero decir es, simplemente, que la evangelización constituye una de esas actividades a las que puede aplicárseles el viejo dicho de “Si algo es digno de hacerse, merece hacerse bien”.

Tal vez resulte pertinente señalar que la mayor parte de los grandes evangelistas de antaño, si no todos, hombres como Richard Baxter, John Wesley, George Whitefield, Dwight L. Moody, Charles Spurgeon, impresionaron a sus contemporáneos como personas, ciertamente no inmaculadas, pero sí santas, y esto se reconoció que tenía mucho que ver con el poder de su ministerio.

J.I. Packer, El Renacer de la Santidad, Editorial Caribe (1995), p.218-219

Una persona santa con dones limitados es siempre susceptible de canalizar más poder divino que alguien más dotado pero menos piadoso. De manera que Dios quiere que todos busquemos juntamente la santidad y la utilidad, y la primera (la santidad), al menos en parte, por causa de la segunda.

J.I. Packer, El Renacer de la Santidad, Editorial Caribe (1995), p.211

Es extraordinario cuán poco dice el Nuevo Testamento acerca del interés de Dios en nuestros éxitos, en comparación con la enorme cantidad de cosas que refiere en cuanto a su preocupación por nuestra santidad, madurez en Cristo y crecimiento hasta la plenitud de su imagen.

Típico de su interés revelado es su mensaje a través del escritor de Hebreos a un grupo de judíos convertidos que estaban siendo acosados, aparentemente por hebreos no cristianos, a causa de su fe en Jesús. En dicho mensaje El no les promete resguardarlos de la dificultad, ni por medios naturales ni sobrenaturales; en vez de ellos les dice (y por lo tanto a nosotros también) que, al igual que Jesús, los cristianos deben concentrar sus pensamientos en el gozo puesto delante de ellos. Han de estar dispuestos a derramar su sangre antes que ceder a la presión y renunciar a su fe. Además, tienen que comprender que las penalidades son la disciplina por medio de la cual su Padre celestial los cincela para una cosecha de santidad, que es aquello que El está resuelto a conseguir en sus vidas. Si no estuvieren siendo así esculpidos, de un modo u otro, tendrían razones para dudar aun de si eran hijos suyos (Heb 12.2-14).

¡Qué cosa tan seria! Pero es algo que deja claro como el agua lo que necesitamos saber: Que la prioridad de Dios en sus tratos con nosotros es hacernos santos.

J.I. Packer, El Renacer de la Santidad, Editorial Caribe (1995), p.215

Este es uno de los videos musicales mas impactantes que he visto en mucho tiempo. Préstele atención a las letras y el mensaje del mismo.

Precioso video de Geoff Moore and the Distance sobre lo que es predicar el evangelio a través del ministerio de la Armada de la Salvación (The Salvation Army).