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Al terminar el año 2009 pudiéramos mirar hacia atrás y meditar en los logros y sueños que Dios nos ha permitido alcanzar en este año, tanto personales como de trabajos. Pero para nosotros, todo eso es basura cuando lo confrontamos con la realidad del cuidado de Dios con nuestras vidas, y de como EL ha provocado distintas situaciones y circunstancias para acercarnos más a El.

Tenemos que admitirlo. Hemos caído en el mismo sentir y modo de pensar de nuestra cultura contemporánea, hasta el punto donde evaluamos nuestro último año de acuerdo a las bendiciones que de Dios hemos recibido, como si las mismas fueran muestra alguna en sí mismas del significado o valor que tiene nuestra relación con Dios. Entonces, al momento de dar gracias a Dios por este último año, pensamos en carros, casas, empleos, hijos, ingresos, dinero, esposas, iglesias y cosas por el estilo, lo que en cierto sentido no está mal, pero debemos recordar en todo momento, que en esas bendiciones no reside el verdadero valor de nuestra relación con Dios.

Lo valioso de nuestra relación con Dios reside en el hecho de que Dios, el creador del universo, quien no nos necesita a nosotros para nada, ya que en si mismo EL está satisfecho, envió a su único hijo para que se humillara a tal punto que tomara forma de hombre y recibiera un tan extremo rechazo y maltrato hasta ser colgado en una cruz hasta morir, para que de esta manera, tanto tu como yo, hoy podamos tener una relación directa y sin intermediaros con EL, completamente basada en el merito de su hijo.

Eso es lo realmente valioso de nuestra relación con Dios, y lo más valioso que podemos poseer como seres humanos.

¿Entonces, como evaluar este año y hacer los planes y metas para el año entrante?

Evaluando como está nuestra relación con Dios en respuesta a su sacrificio en la cruz.

Mientras algunos se proponen para el año entrante rebajar algunas libras, gastar menos, realizar viajes, desarrollar nuevos negocios, ahorrar, estudiar, y demás, nosotros debemos hacer planes que consideren primero que cualquier otra cosa, nuestra eternidad. Debemos proponernos orar mas, estudiar y meditar más en su Palabra, humillarnos más ante el Señor, caminar más de su mano y depender más de su gracia; para entonces, por medio de su gracia y el poder de su Espíritu Santo, poder ser testigos eficaces del evangelio de Jesucristo en este mundo moribundo.

Dios les bendiga en el inicio de este año nuevo que se avecina, y nos permita a todos crecer en nuestra santidad y consagración a EL en este año 2010.

El mayor mal del pecado no reside en el hecho de que es una transgresión de la ley, aunque no hay duda de que se trata de eso (1 Juan 3.4). Pero la verdadera maldad del pecado es producto de su naturaleza como afrenta personal hacia un bueno y misericordioso Dador de la ley. Nuestro pecado es una violación calculada y deliberada de la relación que tenemos con nuestro creador…

Cuando pecamos estamos mostrando desprecio por el amor paternal de Dios y por su santa autoridad. No solo rechazamos su ley sino también su misma persona. Pecar es negarle a Dios su lugar. Es una expresión de odio contra el Señor. Equivale a desear que Dios estuviera muerto; es deshonrarlo. Y ya que todo pecado tiene en su núcleo este elemento de desprecio por Dios, hasta el pecado más leve tiene suficiente maldad para desencadenar una eternidad llena de privación, desgracia y sufrimiento. Prueba viva de eso es que la realidad del mundo entero de maldad humana proviene en su totalidad del simple acto de desobediencia de Adán (Romanos 5.12,19; 1 Corintios 15.21-22).

John MacArthur, Memorias de Dos Hijos, Grupo Nelson (2008), pp. 85-86

 

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Mientras el mundo continúa su búsqueda por el antídoto para los dolores y temores de la sociedad, la solución no se encuentra en la paz mundial, en los famosos o en la religión… sino en un pobre carpintero Judío con un extraño nombre… Jesús, el Héroe.

Kirk Franklin, de su álbum Hero, Octubre 2005

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Les comparto el video de una canción que me tocó mucho esta semana cuando la escuche por primera vez. Es del cantante Kirk Franklin, tomado de su álbum Hero.

Enjoy!


Comentando sobre el Salmo 51, Martyn Lloyd-Jones escribe lo siguiente:

No dudo en afirmar que esta es quizás la prueba más discreta y delicada de si nos hemos arrepentido, o de dónde estamos: nuestra actitud hacia Dios. ¿Lo ha notado usted en el salmo? Dios es el único contra quien David ha pecado, y sin embargo a Dios es el único a quien desea por sobre todo. Esa es la diferencia entre remordimiento y arrepentimiento. El hombre que no se ha arrepentido, pero que solo experimenta remordimiento, evita a Dos cuando comprende que ha hecho algo contra Dios… El hombre a quien el Espíritu del Señor aun no ha tratado, y que aun no ha sido convencido ni se ha declarado culpable, intenta alejarse de Dios, de evitarlo a cualquier costo. No medita, no lee la Biblia, no ora; hace todo lo posible por no pensar en estas cosas. Pero lo extraordinario acerca del hombre que está convencido de pecado por el Espíritu Santo es que aunque sabe que ha pecado contra Dios, es a Dios a quien quiere: “Ten piedad de mí, oh Dios”. El quiere estar con Dios… esa es la paradoja peculiar del arrepentimiento: ¡querer a quien he ofendido!”.

D. Martyn Lloyd-Jones, Out of the Depths, Crossway, Wheaton, 1995, pp. 57-58

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He estado preguntandome en estos días, que video o palabras publicar hoy en nuestro blog en conmemoración de la navidad, y he encontrado estas palabras expresadas por John Piper y su familia, excelentes para meditar en el día de hoy.

Feliz Navidad y Dios les bendiga!


Esa es la recompensa de la lujuria - "un constante deseo de más". Incluso cuando se cede en todo tipo de impureza sexual, usted todavía está lleno de un deseo continuo por obtener más.

Usted no será capaz de fantasear lo suficiente para saciar la lujuria. Usted no será capaz de acostarse con la cantidad suficiente de personas. Usted no será capaz de ver suficiente pornografía. Usted puede dejarse llevar por la lujuria, pero siempre quedará hambriento por más. Estará atrapado en una búsqueda interminable de malos deseos, siempre tratando de obtener algo que no puede ser alcanzado.

Joshua Harris, Sex Is Not the Problem (Lust Is), Multnomah Books (2005), p.41

"Los escritos de los Santos Padres deberían leerse solamente por un tiempo a modo de introducción a las Escrituras. Ahora, sin embargo, sólo los leemos para quedar detenidos en ellos y no llegar nunca a las Escrituras. Nos asemejamos a los que miran las señales del camino, pero jamás andan por él. Los amados Padres con sus escritos querían introducirnos en las Escrituras. Ahora nos alejan de ellas. Sin embargo, la Escritura sola es nuestro viñedo, en el cual debemos ejercitarnos y trabajar."

Martin Lutero

Mientras leía esta mañana el salmo 38, mi mente pudo identificarse con las palabras del Salmista. En este salmo el expresa al Señor el profundo dolor que siente a causa de sus pecados, y la lejanía de sus amigos, compañeros y parientes, a raíz de sus plagas, y de cómo también sus enemigos solo traman traición y su destrucción todo el día.

Pero entonces, en el verso 15 el salmista dice:

“Porque en ti espero, oh SEÑOR; tú responderás, Señor, Dios mío"

Esta es la diferencia que tenemos los cristianos en comparación a aquellos que no conocen a nuestros Dios! Pudiéramos estar en las situaciones más difíciles de nuestras vidas, en el hoyo más hondo, en la noche más oscura, en la precariedad más grande, en el dolor más profundo, y aún en esas circunstancias, tenemos una esperanza. Nuestro mundo no se acaba en medio de nuestro dolor y aflicción, porque tenemos a nuestro Dios de respaldo.

Esta mañana, mientras pensaba y oraba a Dios por aquellas cosas que me preocupan y me cargan, pude tomar aliento al meditar en estas palabras de David, que me recuerdan que Dios responderá, porque hemos esperado en EL.

Amén!

By John Piper. © Desiring God

I have in mind men and women. For men it's obvious. The need for warfare against the bombardment of visual temptation to fixate on sexual images is urgent. For women it is less obvious, but just as great if we broaden the scope of temptation to food or figure or relational fantasies. When I say "lust" I mean the realm of thought, imagination, and desire that leads to sexual misconduct. So here is one set of strategies in the war against wrong desires. I put it in the form of an acronym, A N T H E M.

A - AVOID as much as is possible and reasonable the sights and situations that arouse unfitting desire. I say "possible and reasonable" because some exposure to temptation is inevitable. And I say "unfitting desire" because not all desires for sex, food, and family are bad. We know when they are unfitting and unhelpful and on their way to becoming enslaving. We know our weaknesses and what triggers them. "Avoiding" is a Biblical strategy. "Flee youthful passions and pursue righteousness" (2 Timothy 2:22). "Make no provision for the flesh, to gratify its desires" (Romans 13:14).

N - Say NO to every lustful thought within five seconds. And say it with the authority of Jesus Christ. "In the name of Jesus, NO!" You don't have much more than five seconds. Give it more unopposed time than that, and it will lodge itself with such force as to be almost immovable. Say it out loud if you dare. Be tough and warlike. As John Owen said, "Be killing sin or it will be killing you." Strike fast and strike hard. "Resist the devil, and he will flee from you" ( James 4:7).

T - TURN the mind forcefully toward Christ as a superior satisfaction. Saying "no" will not suffice. You must move from defense to offense. Fight fire with fire. Attack the promises of sin with the promises of Christ. The Bible calls lusts "deceitful desires" (Ephesians 4:22). They lie. They promise more than they can deliver. The Bible calls them "passions of your former ignorance" (1 Peter 1:14). Only fools yield. "All at once he follows her, as an ox goes to the slaughter" (Proverbs 7:22). Deceit is defeated by truth. Ignorance is defeated by knowledge. It must be glorious truth and beautiful knowledge. This is why I wrote Seeing and Savoring Jesus Christ. We must stock our minds with the superior promises and pleasures of Jesus. Then we must turn to them immediately after saying, "NO!"

H - HOLD the promise and the pleasure of Christ firmly in your mind until it pushes the other images out. "Fix your eyes on Jesus" (Hebrews 3:1). Here is where many fail. They give in too soon. They say, "I tried to push it out, and it didn't work." I ask, "How long did you try?" How hard did you exert your mind? The mind is a muscle. You can flex it with vehemence. Take the kingdom violently (Matthew 11:12). Be brutal. Hold the promise of Christ before your eyes. Hold it. Hold it! Don't let it go! Keep holding it! How long? As long as it takes. Fight! For Christ's sake, fight till you win! If an electric garage door were about to crush your child you would hold it up with all our might and holler for help, and hold it and hold it and hold it and hold it.

E - ENJOY a superior satisfaction. Cultivate the capacities for pleasure in Christ. One reason lust reigns in so many is that Christ has so little appeal. We default to deceit because we have little delight in Christ. Don't say, "That's just not me." What steps have you taken to waken affection for Jesus? Have you fought for joy? Don't be fatalistic. You were created to treasure Christ with all your heart - more than you treasure sex or sugar. If you have little taste for Jesus, competing pleasures will triumph. Plead with God for the satisfaction you don't have: "Satisfy us in the morning with your steadfast love, that we may rejoice and be glad all our days" (Psalm 90:14). Then look, look, look at the most magnificent Person in the universe until you see him the way he is.

M - MOVE into a useful activity away from idleness and other vulnerable behaviors. Lust grows fast in the garden of leisure. Find a good work to do, and do it with all your might. "Do not be slothful in zeal, be fervent in spirit, serve the Lord" (Romans 12:11). "Be steadfast, immovable, always abounding in the work of the Lord" (1 Corinthians 15:58). Abound in work. Get up and do something. Sweep a room. Hammer a nail. Write a letter. Fix a faucet. And do it for Jesus' sake. You were made to manage and create. Christ died to make you "zealous for good deeds" (Titus 2:14). Displace deceitful lusts with a passion for good deeds.

Fighting at your side,

Pastor John

Hoy cumples 7 años de Vida.

Doy gracias a Dios por tu vida y por la bendición que eres para nosotros.

Oro al Señor que te continúe dando muchos años mas de vida, pero que sobre todo, toque tu corazón y abra tu entendimiento para que un día puedas entregarle tu vida por completo a EL y de esta manera conocerle.

Que Dios te bendiga mucho hijo mío y muchas felicidades!

Te amamos!

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Estos consejos de George Whitefield, tomados de uno de sus sermones y publicados en el blog de Tim Challies, me dieron bastante duro. Los comparto con ustedes (Está en inglés).

Here are some cautions and directions, in order to help you hear sermons with profit and advantage.”

1. Come to hear them, not out of curiosity, but from a sincere desire to know and do your duty. To enter His house merely to have our ears entertained, and not our hearts reformed, must certainly be highly displeasing to the Most High God, as well as unprofitable to ourselves.

2. Give diligent heed to the things that are spoken from the Word of God. If an earthly king were to issue a royal proclamation, and the life or death of his subjects entirely depended on performing or not performing its conditions, how eager would they be to hear what those conditions were! And shall we not pay the same respect to the King of kings, and Lord of lords, and lend an attentive ear to His ministers, when they are declaring, in His name, how our pardon, peace, and happiness may be secured?

3. Do not entertain even the least prejudice against the minister. That was the reason Jesus Christ Himself could not do many mighty works, nor preach to any great effect among those of His own country; for they were offended at Him. Take heed therefore, and beware of entertaining any dislike against those whom the Holy Ghost has made overseers over you.

Consider that the clergy are men of like passions with yourselves. And though we should even hear a person teaching others to do what he has not learned himself, yet that is no reason for rejecting his doctrine. For ministers speak not in their own, but in Christ’s name. And we know who commanded the people to do whatever the scribes and Pharisees should say unto them, even though they did not do themselves what they said (see Matt. 23:1-3).

4. Be careful not to depend too much on a preacher, or think more highly of him than you ought to think. Preferring one teacher over another has often been of ill consequence to the church of God. It was a fault which the great Apostle of the Gentiles condemned in the Corinthians: ‘For whereas one said, I am of Paul; another, I am of Apollos: are you not carnal, says he? For who is Paul, and who is Apollos, but instruments in God’s hands by whom you believed?’ (1 Cor. 1:12; 2:3-5).

Are not all ministers sent forth to be ministering ambassadors to those who shall be heirs of salvation? And are they not all therefore greatly to be esteemed for their work’s sake?

5. Make particular application to your own hearts of everything that is delivered. When our Savior was discoursing at the last supper with His beloved disciples and foretold that one of them should betray Him, each of them immediately applied it to his own heart and said, ‘Lord, is it I?’ (Matt. 26:22).

Oh, that persons, in like manner, when preachers are dissuading from any sin or persuading to any duty, instead of crying, ‘This was intended for such and such a one!’ instead would turn their thoughts inwardly, and say, ‘Lord, is it I?’ How far more beneficial should we find discourses to be than now they generally are!

6. Pray to the Lord, before, during, and after every sermon, to endue the minister with power to speak, and to grant you a will and ability to put into practice what he shall show from the Book of God to be your duty.

No doubt it was this consideration that made St. Paul so earnestly entreat his beloved Ephesians to intercede with God for him: ‘Praying always, with all manner of prayer and supplication in the Spirit, and for me also, that I may open my mouth with boldness, to make known the mysteries of the gospel’ (Eph. 6:19-20). And if so great an apostle as St. Paul needed the prayers of his people, much more do those ministers who have only the ordinary gifts of the Holy Spirit.

If only all who hear me this day would seriously apply their hearts to practice what has now been told them! How ministers would see Satan, like lightning, fall from heaven, and people find the Word preached sharper than a two-edged sword and mighty, through God, to the pulling down of the devil’s strongholds!

Si existe un documento que nos diga la verdad acerca de la vida y de nosotros mismo, ese es la Biblia. Nos dice lo peor y luego nos muestra lo mejor. Y el propósito de la predicación no es ocultar el pecado, sino exponerlo; no es decir a los hombres y a las mujeres que todo va bien, que “Dios es amor” y que no tienen por qué preocuparse en absoluto; sino decirles que, tal como están las cosas, tal como somos todos, todo va mal; que Dios es nuestro Juez y que, a menos que estemos preocupados, asustados y espantados ante esa perspectiva, no tenemos esperanza alguna.

Ese es el mensaje de la religión que se puede encontrar por toda la Biblia.

Martyn Lloyd-Jones, Sermones Evangelísticos, Editorial Peregrino (2003), p.172,173

La historia de la Iglesia [de América Latina] ha sido hecha por los evangelistas de la calle, que proclaman a viva voz el evangelio en parques públicos. El evangelio se ha compartido en los campus universitarios y en los patios de colegios y escuelas donde los jóvenes cristianos testifican de su fe en Cristo. La buena noticia ha sido compartida por mujeres valientes que comparten la verdadera liberación femenina en el nombre de Cristo. Ese batallón de cristianos que trabajan para la gloria de Dios han forjado la historia de la Iglesia, que es una historia de fe.

La iglesia evangélica de América Latina tiene la misión de hacerse presente, con plenitud y actualidad, a todos los seres humanos, de todas las naciones y de todos los niveles sociales, para guiarlos con el ejemplo de su vida, la predicación y los demás medios de la gracia, a tener una experiencia salvadora con Jesucristo el Señor, y a vivir la práctica de sus enseñanzas en todos los niveles de la historia latinoamericana.

Howard F. Vos, Breve Historia de la Iglesia Cristiana, Editorial Portavoz (1988), p.154

Escrito de José M. Martínez en Pensamiento Cristiano.

El triunfo de la luz sobre las tinieblas

«Mas no habrá ya más oscuridad...
El pueblo que andaba en tinieblas ha visto una gran luz» (Is. 9:1-2)

La proximidad de la Navidad nos mueve a reflexionar sobre el más grandioso acontecimiento registrado en la historia de la humanidad. Deplorablemente ha sucedido con la celebración navideña como con otros grandes hechos registrados en la Biblia: ha perdido el fulgor de su significado. Hoy, en los países de Occidente con una mayoría cristiana puramente nominal -de cristianos solo ostentan el nombre- el nacimiento de Jesús es un mero recuerdo histórico que no evoca en su corazón prácticamente ningún pensamiento y sentimiento de gratitud a Dios. Sin embargo, para los cristianos auténticos la Navidad es la culminación del hecho más glorioso de la Historia: «De tal manera amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito para que todo aquel que en él crea no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Jn. 3:16).

La evocación del nacimiento de Jesús sólo es significativa en la medida en que se espiritualiza. De lo contrario, se convierte en folklore, en tradición huera, de modo que lo que debía ser una celebración eminentemente cristiana fácilmente se paganiza; lo que debía ser comunión viva del creyente con el Salvador se desvirtúa; el culto se vicia y altera; todo se tiñe de una filosofía hedonista: «Comamos y bebamos, que mañana moriremos». En vez de preocuparse del alimento espiritual que depara el mensaje navideño, se busca desmesuradamente comida y bebida que satisfaga la gula. Nota destacada en la Navidad es la iluminación que sobresale en muchos centros comerciales. ¿Para qué? ¿Para alegrar la vista de quienes visitan su establecimiento? No; generalmente para atraer y captar a posibles nuevos clientes; todo es pura actividad de marketing. En el fondo, otra forma de ensombrecer la belleza de la luz. De ese modo se dificulta que la gloria del menaje de la Navidad llegue al mundo que Dios quiere salvar.

¿Cuál es entonces el significado espiritual de la Navidad? Se puede resumir en una sola frase, la que encabeza este artículos: el triunfo de la luz sobre las tinieblas. Veamos la dramática historia de este gran acontecimiento: ¿Qué simboliza la luz del mismo?

La oscuridad: génesis y propagación del pecado

En la Biblia la palabra «tiniebla», o «tinieblas», se usa para expresar adversidad, peligro, temor; también ignorancia, injusticia, sufrimiento de diversa índole, inseguridad. Éste es el paisaje moral de la sociedad de nuestro tiempo, una sociedad atormentada por múltiples recodos oscuros. Infinidad de personas sufren de una u otra forma el mal de nuestra época: el azote de las crisis. Pueden ser crisis económicas, políticas, morales, incluso religiosas, pero todas tienen algo en común: se viven como un túnel oscuro. Por ello, muchos andan a tientas buscando alguna luz en medio de tanta oscuridad. Otro de los males que oscurecen la vida de muchas personas es la inseguridad y el temor ante el deterioro creciente de valores fundamentales: debilitamiento de los lazos afectivos, especialmente el del matrimonio y la devaluación de la familia, de modo creciente amenazada por la ruptura de los lazos conyugales.

¿De dónde viene esta oscuridad? ¿Cual es el origen último de las tinieblas?

El relato bíblico de la creación nos enseña el camino que llevó a la oscuridad. Comienza con una declaración lapidaria: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra» (Gn. 1:1). A continuación se inició un proceso de desarrollo que culminó con la creación del ser humano, exponente de la bondad del Creador. Según su propio testimonio, «vio Dios que todo lo que había hecho era bueno en gran manera» (Gn. 1:31).

Pese a tanta bondad por parte del Creador, el hombre correspondió con un acto de abierta rebeldía. Dando crédito a un espíritu maligno, quiso ser igual a Dios y, desobedeciéndole, acarreó sobre sí el juicio condenatorio de Dios. No sólo perdió su favor, sino que empezó a vivir perdidamente enredándose en relaciones de mentira (Gn. 3). A la mentira siguieron los celos, el odio contra el hermano y finalmente la muerte violenta de éste. Como escribió el apóstol Pablo, «El pecado entró en el mundo por un hombre y por el pecado la muerte: así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron» (Ro. 5:12). Había ocurrido lo que con razón escribió el poeta Nicolaus Lenau: «Suprimid a Dios y se habrá hecho la noche en el alma humana».

Así pues, la esencia del pecado es el divorcio de Dios, el cual comporta desacato de su autoridad y desobediencia de sus leyes. El hombre desvinculado de Dios se entrega a sí mismo y a la influencia de poderes malignos, dándole la razón al pensador inglés Chesterton: «Cuando el hombre deja de creer en Dios, no es que no crea nada, cree en cualquier cosa».

¿Hay una alternativa a este panorama de oscuridad? Las palabras de Isaías apuntan a la solución: «El que anda a oscuras y carece de luz, confíe en el nombre del Señor y apóyese en su Dios» (Is. 50:10).

La luz divina irrumpe en la oscuridad humana

Dios en su misericordia no quiso dejar al ser humano sumido en su oscuridad existencial y moral. En el drama de la historia, la última palabra no la tiene el hombre rebelde, sino Dios mediante la acción reveladora y redentora de su Hijo, el «Verbo» -Palabra- mediante la cual ha dado a conocer a la humanidad su plan de salvación: la obra expiatoria y reconciliatoria de Cristo. Ahí empezó la Navidad: «el Verbo era la luz verdadera...» (Jn. 1:9). Y esa luz trae salvación a los seres humanos, muertos en sus pecados. Cuando Jesús dijo: «Yo soy la luz del mundo» (Jn. 8:12) estaba revelando lo más glorioso de su persona y de su obra. Su luz irradia en todas las facetas de la redención humana. Muestra lo maravilloso de la reconciliación del hombre con su creador; la justificación del pecador ante Dios; la santificación que transforma el creyente en una nueva creación y hace posible aplicar a la vida practica los principios morales del Evangelio; la filiación divina en virtud de la cual es hecho hijo de Dios, la glorificación que hace a los creyentes perfectamente semejantes a su Salvador y Señor (Col. 3:1-4).

Los destellos de la fe y la vida cristiana que acabamos de mencionar constituyen la esencia del Evangelio. Y la de ser cristiano. El que dijo: «Yo soy la luz del mundo» también declaró: «Vosotros sois la luz del mundo» (Mt. 5:14-16).

¿Irradiamos nosotros esa luz o dejaremos que se desvanezca bajo la influencia de un mundo ajeno al gozo de la verdadera Navidad?

World Magazine publicó un excelente artículo sobre J.I.Packer que les recomiendo leer (está en inglés). A continuación algunos breves consejos de este gran teólogo para los nuevos esposos, pastores y devotos de la web:

To new husbands: My advice to a new husband is nothing more than "husbands, love your wives." And "love your wife as Christ has loved the church." Never forget that you are Christ's representative in serving your wife.

To new pastors: You have three priorities: teach, teach, and teach. Evangelical churches are weaker than we realize because we don't teach the confessions and doctrine. Set new standards in teaching. Understand the word catechesis, and practice that art.

To web devotees: I'm amazed at the amount of time people spend on the internet. I'm not against technology, but all tools should be used to their best advantage. We should be spending our time on things that have staying power, instead of on the latest thought of the latest blogger—and then moving on quickly to the next blogger. That makes us more superficial, not more thoughtful. —

Señor, ¿Qué sería de mi si tú no me hubieras rescatado?

Señor, ¿qué sería de mi vida si a mí no te hubieras presentado?

Señor, ¿Que sería de mi alma si tu piedad no me hubiera alcanzado y no te hubieras humillado para encontrarme en mi pecado?

Señor ayúdame a encontrar mi mayor satisfacción en ti. Que no importe que el mundo a mi alrededor se esté desmoronando, o que los anhelos de mi alma se vuelvan inalcanzables, o que mi salud este en constante deterioro, o que la muerte y las dificultades estén afectando mi seres más cercanos, o que el mundo entero piense que mi vida se está destruyendo. Que la máxima y única satisfacción de mi vida seas tú; sea conocerte.

Dios ayúdame hoy y cada día de mi vida a mantener mi vista fijamente en ti, aun en medio de tantas distracciones que batallan por encarcelar mi atención y devoción.

Señor, que sería de mí sin ti. Gracias por rescatarme.

Este artículo ha sido tomado con permiso del Consejero Bíblico.

"Salvando a una nación entera"
por Luis Palau

Dios salvó a Gran Bretaña del caos social y político en el siglo XVIII por medio de un avivamiento espiritual. El usó a dos jóvenes predicadores y evangelistas dedicados a su causa para el bien de la nación y para su gloria. Ellos fueron Jorge Whitefield y el famoso Juan Wesley.

No hemos de pensar que porque estos jóvenes estudiantes universitarios sugieron en el terreno evangelístico, Inglaterra era ya un país cristiano. Para nada.

Una nación perdida

El desorden moral imperaba al comenzar el año 1700. La nación estaba al borde de la desintegración moral. Los vicios de la época eran obvios a todo el mundo; el descaro era uno de ellos. El Primer Ministro de la nación vivía en adulterio abierto. Así le daba un mísero ejemplo a la familia y a la juventud de su día.

El teatro estaba totalmente falto de pudor; la literatura era de tinte pornográfico, el alcoholismo reinaba, y los juegos de azar empobrecían a los obreros. "La sociedad en esos días era un vasto casino", escribía el historiador Trevelyan. Las estadísticas de los crímenes y la violencia escalaban alarmantemente; las prisiones estaban recargadas de reclusos, y pandillas juveniles rondaban por las calles de las ciudades asaltando a ciudadanos indefensos.

En contra de toda moralidad

¿Por qué tal decadencia moral y social? Inglaterra había tenido su oportunidad espiritual, pero la generación previa a Juan Wesley se había tornado cínica, indiferente, escéptica a Dios y a la Biblia.

"El clima no era a favor de nada, pero sí en contra de todo lo sagrado y lo bueno entre nosotros", escribió el obispo anglicano de Bristol en 1751. Otro escritor decía: "Entre la gente culta y los dirigentes de la nación, ni uno en cien parece actuar de acuerdo a los principios religiosos. La mayoría los descarta enteramente, y confiesa no creer en la revelación de Dios. No es mejor la situación entre el vulgo, particularmente en las poblaciones grandes".

"Entre la mayoría de los hombres de hoy, está de moda el declararse ajenos a toda religión", dijo un parlamentario de la época.

¡Inglaterra necesitaba un poderoso impacto cristiano! ¡La vida moral había descendido al abismo!

"Extrañamente conmovido"

La pasión evangelizadora de Juan Wesley se encendió la noche en que nació otra vez, y quedó para siempre grabada en su ser. Vez tras vez hacía referencia a aquel momento. ¿Cómo ocurrió?

Martín Böhler, más joven que los hermanos Juan y Carlos Wesley, fue el instrumento de Dios para ayudarlos a nacer otra vez. Böhler era alemán, del grupo llamado "los moravos". El estaba convencido de que los Wesley, aunque sinceros, dedicados y sacrificados, no eran aún hijos de Dios. Martín Böhler argumentó con ellos. Como testimonio les presentó a cuatro personas recientemente convertidas cuya transformación era dramática y discutió las grandes doctrinas de la salvación. Pero Juan y Carlos se resistían. Persistían en la triste y común noción de que hay que hacer obras de caridad y amor para estar en la gracia de Dios.

La noche del 24 de mayo de 1738, escuchando la lectura de un comentario escrito por el reformador Martín Lutero, la vida de Juan Wesley cambió para siempre. En sus propias palabras: "Sentí que mi corazón fue extrañamente conmovido, que confiaba en Cristo, y en El únicamente para mi salvación, y me fue otorgada una certeza a mí de que El había llevado y quitado mis pecados; sí, los míos, y que me había salvado a mí de la ley del pecado y la muerte".

Quizá Böhler nunca soñó que esos jóvenes hermanos que él llevó a los pies del Maestro, llegarían a ser hombres de Dios que ganarían a miles y miles para Cristo. "Soy un tizón arrebatado del fuego" —repetía Juan Wesley insistentemente— y la llama encendida en su alma lo movilizaría para encender llamas multiplicadas en un despertar moral y espiritual casi sin paralelos en la historia. El impacto de ese avivamiento cambió el curso de la historia, aunque en aquel momento aún no se percibía tal cambio.

"¡Quiero reformar la nación!"

Inmediatamente después de su nuevo nacimiento, Wesley se lanzó a la tarea de evangelizar a toda la nación. El escribió: "Quiero reformar a la nación; particularmente a la iglesia, y quiero esparcir una santidad escritural sobre todo el país". ¡Qué grandioso objetivo! Aparentemente, sin embargo, era un plan imposible, pero nunca se dio por vencido.

En otra ocasión afirmó: "Tengo un solo punto de vista, el promover en cuanto me sea posible una religión vital, práctica, y por la gracia de Dios preservar e incrementar su vida en el alma de los hombres".

Juan Wesley fue lo que Dios quiso que fuera; primordialmente y sobre todo, un gran evangelista. Wesley sacudió a su primera congregación inmediatamente después de haber recibido a Cristo. El tema de su primer mensaje fue "La salvación por fe". De esa manera, a la edad de 34 años, dio el trompetazo que inauguró el gran avivamiento evangélico del siglo XVIII en Inglaterra y que luego se esparció por todo el mundo conocido. ¿Necesitaba la iglesia tal renovación espiritual? Lamentablemente sí. Los predicadores carecían de ardor y pasión por las almas. "Sus sermones eran secos, metódicos y sin emoción. Entregaban con calma insípida sus mecánicas composiciones", declaró un historiador. Con razón Wesley ansiaba un avivamiento en la iglesia.

La pasión dominante

El Dr. Campbell Morgan afirma en uno de sus libros: "La indiferencia en el mundo es mayormente el resultado de falta de pasión en el púlpito". A Whitefield y Wesley no les faltaba pasión. Uno de los biógrafos del evangelista dice: "No bastaba deplorar la condición de su era; el moralismo enfermizo del púlpito de aquellos días tenía que ser reemplazado por una apasionada proclamación de la verdad cristiana evangélica dondequiera que hombres y mujeres la escucharan, sin hacer caso de los formalismos eclesiásticos". Y este siervo de Dios era apasionado por los que vivían sin Cristo y sin esperanza y les predicaba la redención por la sangre de la cruz.

No deploró, sino que atacó

Otro historiador afirmó: "Wesley no perdía su tiempo deplorando los males de su época; los atacó predicando el arrepentimiento y la conversión a Dios". El sabía que la única esperanza del corazón corrompido es un nuevo nacimiento.

Como la historia siempre lo demuestra, fueron las masas de obreros, campesinos y mineros los primeros en responder al evangelio en aquellos días gloriosos. Ni bien Juan Wesley comenzó con la proclamación valiente y vibrante de que "todo aquél que en El cree tiene vida eterna", se vio despreciado por los dirigentes eclesiásticos y puerta tras puerta se fue cerrando para él en los púlpitos. En lugar de encontrar amigos, éstos se tornaban en enemigos porque muchos de los que dominaban los púlpitos, indudablemente no conocían por sí mismos al Hijo de Dios como Señor y Salvador.

Luego llegó el momento decisivo. Su amigo Jorge Whitefield le escribió desde Bristol, en el oeste de Inglaterra. Con la humildad que le caracterizaba, Whitefield dijo: "Yo soy un neófito; tú eres íntimo a las grandes cosas de Dios. Ven, te ruego; ven pronto". Quería que Wesley tuviera el placer y la inmensa satisfacción de predicar a las multitudes reunidas al aire libre. Whitefield ya había abierto la brecha. En esos días estaba predicando a 20.000 personas cada día del mes.

Un fuego ya inextinguible

Predicar al aire libre era una novedad en aquellos tiempos. Wesley, siempre cuidadoso de la etiqueta, el decoro y la corrección, sintió timidez ante tal sorprendente perspectiva. Whitefield lo presentó ante una multitud y su texto bíblico aquel primer día resultó ser profético. Comenzó con Is. 61:1 2: "El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado para predicar Buenas Nuevas a los abatidos". Y así fue, ya que empezó a predicar las buenas nuevas a los pobres y así continuó durante más de 50 años, profundamente consciente de su debilidad pero raramente incitado, a menudo bajo tensiones pero siempre seguro sobre un fundamento firme. "El fuego se ha encendido en la nación —clamó Whitefield— y sé que todos los demonios del infierno no lo podrán apagar".

Campaña de cincuenta años

Wesley iniciaba ahora una campaña de alcance nacional y hasta internacional. "¡Todo el mundo es mi parroquia!" respondió con resonante firmeza a un obispo que lo criticaba incesantemente. Dios tenía una labor de evangelista itinerante para él, y Wesley la aceptó con entusiasmo.

El se consideraba un sencillo predicador vocero de las Buenas Nuevas a una generación necesitada y decadente. "Dios en la Escritura me ordena que, según mis fuerzas, instruya a los ignorantes, reforme a los malvados, confirme a los virtuosos", decía en una de sus innumerables cartas. "Los hombres me prohíben predicar en sus parroquias. ¿A quién, pues, escucharé? ¿a Dios o al hombre?" Nos hace pensar en lo que ocurrió con San Pedro cuando tuvo que responder a los líderes de Jerusalem diciendo: "Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios" (Hch. 4:19). Y San Pablo dijo: "Porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!" (1 Co. 9:16).

Con tales palabras se lanzó Wesley. Juan Telford declara: "Deliberadamente dio sus años a la gente humilde. Pasó sus días entre los pobres. El se propuso atraer las masas a Cristo, y a ese fin fue fiel por más de medio siglo". A los 82 años de edad Juan Wesley pudo afirmar que el número de los que fueron llevados a Dios por el evangelio durante el avivamiento, había sido mayor que el de cualquier época similar después de la de los apóstoles.

Tantos viajes, tantas luchas

El plan que delineaba Juan Wesley cada año para sus labores, era sistemático y siempre guiado por el Espíritu Santo. Salía en viajes misioneros a través de su nación con objetivos bien marcados y rutas detalladamente planeadas ante Dios.

"Dondequiera que vea unos mil hombres que corren hacia el infierno, los detendré si lo puedo hacer, y como ministro de Cristo les rogaré en su nombre que se vuelvan y se reconcilien con Dios", le respondió a un crítico. Y luego, en una nota de ´sarcasmo santificado´ para con su acusador, agregó: "Si yo no los frenara, si dejara que uno solo cayera al pozo cuando pudiera haberlo salvado del eterno fuego, no creo que Dios aceptaría mi ruego en aquel día final: ´¡Es que, Señor, el difunto no pertenecía a mi parroquia!´"

¿Dieron resultado tantos viajes, luchas, ataques, burlas y violencia física a manos tanto de la chusma como también de personas distinguidas? ¿Permanecían firmes muchos de los que se convertían en sus campañas y reuniones masivas? Juan Wesley respondía con un resonante: "¡Sí!" Al concluir su vida, había en Inglaterra, (sin contar Irlanda, Gales, América y otros países) 72.000 que firmemente y fielmente caminaban en la nueva vida con Cristo, y eran miembros activos de una congregación local.

¡Qué ritmo agotador llevaba! Wesley cubrió unos 400.000 kilómetros, distancia semejante a 10 vueltas del globo por el ecuador, la mayor parte a caballo. Bajo lluvias torrenciales, en los inclementes inviernos británicos con nieve y escarcha, una tremenda potencia interna lo llevaba siempre adelante. Predicó 40.000 sermones y escribió más de 200 libros, muchos de ellos al marchar sobre su caballo. ¡Por cierto que fue un hombre con una pasión que lo consumía por el bien de los demás!

Compañeros de viaje

Wesley siempre viajaba acompañado por otros hermanos en la fe. De esta manera entrenaba, capacitaba y enseñaba a los centenares de predicadores que surgieron tras él. La mayoría eran jóvenes recién casados. Al igual que San Pablo y el Señor Jesús en sus tres años de ministerio terrenal, trabajaban en equipo. Repetidamente exhortaba a sus predicadores con estas palabras: "No tenéis otra cosa que hacer sino salvar almas; por consiguiente, emplead vuestro tiempo y gastad vuestras energías en esa obra. Lo que os debe preocupar no es el predicar muchas veces, sino el salvar a tantas almas como os sea posible, y hacer todo lo que esté a vuestro alcance para edificarlos en la santidad sin la cual ninguno verá al Señor". Con tal espíritu, ¡con razón la nación fue sacudida!

El mensaje de Wesley

¿Cuál fue el gran mensaje que salvó a Inglaterra y reformó a la iglesia inglesa? La proclamación inequívoca, persistente, apasionada y llena del Espíritu Santo de las verdades básicas de la Biblia: el arrepentimiento y la fe en nuestro Señor Jesucristo. También la conversión, el nuevo nacimiento en el Espíritu, controlada por Cristo quien mora en el corazón del cristiano por la fe. Wesley enfatizaba la santidad escritural como lo hicieran San Pedro (1 P. 1) y San Pablo (1 Ts. 4 y 5). La santidad no era mera doctrina para él, ni su amor un mero modo de vivir; eran el único camino a la madurez y la estabilidad cristiana.

Juan Wesley también amaba a la niñez, se adaptaba a sus demandas y a la situación de su día para alcanzarla con el mensaje de la vida eterna.

Otra acusación debió soportar Wesley provino de un obispo anglicano a cuya denominación Wesley perteneció hasta su muerte. Este religioso le echaba en cara que "invadía parroquias que no le pertenecían y que hacerlo era falta de cortesía, desobediencia y aún era proselitismo, pues eso era robar ovejas ajenas".

"Nuestro objetivo —replicó firmemente Wesley— es el proselitismo pecadores al arrepentimiento, hacer de los siervos del diablo siervos de Dios". No le resultó fácil ser un evangelista viajero, pero su satisfacción fue ver hombres y familias transformadas y saber que estaba cumpliendo con el ministerio que recibió del Señor.

Dispuesto a ser "más vil"

¿Le resultó fácil su insistente e incontenible evangelismo? Decididamente no. Tuvo enemigos, soportó ataques verbales y escritos; el cinismo de los pseudointelectuales de su día le carcomía el alma. Gran parte de sus escritos fueron resultado de provocaciones y nacieron para demostrar "con pruebas indubitables" el poder transformador del sencillo evangelio. Una acusación favorita contra Wesley era que había demasiado "entusiasmo" en sus reuniones de predicación y oración. El Dr. Joseph Trapp, un sacerdote anglicano de Londres, tuvo la audacia de escribir: "No vayan tras estos impostores y seductores. Huid de ellos como de una plaga". ¡Qué dolor oír tal falsedad de la pluma de un supuesto colega en el ministerio!

Los métodos empleados por Juan Wesley fueron asimismo objeto de burla y "profundísimos análisis sicológicos". Lo llamaban "vil" por predicar a los pobres en sus barrios y cantar y predicar al aire libre en parques, esquinas y terrenos baldíos. En una palabra, por usar métodos novedosos. Ante tales difamaciones, Wesley respondió: "Estoy dispuesto y me someto a ser aun más vil y a ser necio por amor a Cristo". En su libro ´Apelando a los hombres de razón y religión´ escrito en 1745 afirmó: "Yo no tenía otro fin sino éste: salvar a cuantas almas me fuera posible".

Seis mil himnos de avivamiento

Rápidamente su hermano Carlos se tornó en el músico de las grandes campañas nacionales. Se afirma que escribió la letra y música de más de 6500 himnos evangélicos. Y una característica de aquel despertar espiritual fue tanto su música como su predicación. Carlos y Juan Wesley usaban música y letra con el definido y jamás ocultado propósito de enseñar.

El músico inglés Graham Kendrick ha dicho: "Las páginas de la historia revelan que de todos los grandes avivamientos surgen creaciones musicales inspiradas por Dios. La historia moderna confirma tal experiencia". El mismo ha sido usado por el Espíritu Santo en este aspecto. Muchos de sus himnos y coros inspirados en el campo de acción evangelístico, son hoy conocidos en gran parte del continente americano.

El cuidado de los bebés espirituales

Un evangelista pronto descubre que llevar almas a Cristo es un llamado glorioso, pero que es tan sólo el primer paso. La nueva criatura debe madurar. "¿Quién cuidó de ellos en amor? ¿Quién se preocupó por su crecimiento en la gracia?" Así clamaba Juan Wesley. Su pasión era lógica, que cada uno de sus niños espirituales llegaran a ser hombres y mujeres maduros.

Los nuevos convertidos y los jóvenes predicadores que querían seguir sus pisadas necesitaban auxilio inmediato. Wesley los reunía en grupos después de predicar; su plan de conservación demandaba una disciplina que él consideraba indispensable y bíblica. "Cuerpo y alma hacen al hombre", —argumentaba— "el Espíritu y la disciplina hacen al cristiano".

Dios guió a Juan Wesley a desarrollar una organización altamente detallista para cuidar de los recién convertidos. A los 60 años, después de visitar una población donde nada se organizó para disciplinar a los convertidos y consecuentemente éstos se desbandaron y enfriaron, Wesley escribió: "Me convencí más que nunca de que predicar como un apóstol, sin paralelamente unir y entrenar en los caminos de Dios a los nuevos, es meramente dar a luz hijos para entregárselos al asesino, o sea, al diablo". Los indisciplinados entre nosotros no tendrían cabida en una sociedad de los tiempos de este avivamiento. Si alguno de los escritores modernos trataran a sus hijos físicos como pretenden cuidar de los bebés espirituales, estarían presos por negligencia criminal.

Los llamaron "Metodistas"

Wesley era tan metódico, organizado y disciplinado, que burlonamente tanto a él como a sus seguidores, los apodaron "Metodistas". Más tarde ellos mismos se apropiaron del apodo con sano orgullo. Juan Wesley era metódico al buscar el lugar desde el cual predicar. Visitaba el terreno, observaba la dirección del viento, buscaba un lugar elevado para proclamar el evangelio. Su impaciencia era notoria cuando el programa se llevaba a cabo en una sala pequeña o mal ventilada, o situada en algún rincón oscuro de la población. El buscaba las multitudes; le desagradaban los rincones escondidos.

El historiador Wood afirma tras laboriosa investigación que Wesley tenía un solo propósito con sus ´sociedades metodistas´: el cuidado de las almas, el cultivo de la vida de Dios en los recién convertidos. En su día, la Iglesia Anglicana su propia denominación y los pastores de la misma, estaban muertos. Nada les interesaba la condición moral y espiritual de la comunidad. Vivían existencias materialistas y egoístas.

Hay evidencia que Wesley, al formar estas sociedades, clases bíblicas o células, tenía en mente despertar en la Iglesia Anglicana una sana envidia que la reformara y movilizara. Nunca fue su intención establecer otra denominación más. Más tarde ello resultó inevitable. "No existimos para formar una nueva secta sino para reformar a la nación y en particular a la iglesia, y para esparcir la santidad escritural en toda la tierra", escribió. Y agregó: "Los Metodistas deben esparcir vida entre todas las denominaciones" y luego lacónicamente continuó "hasta que ellos mismos se tornen una secta separada".

El mismo clamor

¡Qué visión le impartió Dios! ¡Qué poder y unción del Espíritu Santo! El y sus discípulos fueron hombres ordinarios usados en proporción extraordinaria. Se afirma con toda propiedad aún por historiadores no cristianos que este avivamiento salvó a Inglaterra de una revolución sangrienta y destructiva. Gracias a ese gran despertar espiritual y moral, años más tarde la Palabra de Dios llegó también a países latinoamericanos. El impacto tuvo repercusiones internacionales. La evangelización del mundo entero en nuestro día, comenzó en esas raíces vivientes y vigorosas.

Wesley y sus discípulos eran evangelistas y estimulaban a otros a que también lo fueran. Ganaban almas, las reunían, las alimentaban y pronto las capacitaban para que fueran asimismo ganadoras de almas. El clamor de Juan Wesley allá por el año 1758, es el clamor que este rápido vistazo a la vida de este hombre de Dios trae a mis labios: "¡Qué Dios nos mande obreros dispuestos a gastar y gastarse por sus hermanos!"