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Hay un mundo de diferencia entre las motivaciones del legalismo y las de la disciplina. El legalismo dice: “Voy a hacerlo para conseguir méritos delante de Dios”; mientras que la disciplina expresa: “Lo hago porque amo a Dios y quiero agradarle”. El legalismo se centra en el hombre, la disciplina en Dios.

J.I. Packer, El Renacer de la Santidad, Editorial Caribe (1995), p.113

Por John Piper. © Desiring God.

Después de resucitar de entre los muertos Jesús le preguntó tres veces a Pedro si él lo amaba. En las tres ocasiones Pedro le contestó que . Jesús entonces le dijo a Pedro cómo sería su muerte – aparentemente crucificado. Pedro tuvo curiosidad de cómo le iría a Juan. Asi que le preguntó a Jesús, “¿Y qué con éste hombre?” Jesús no le hizo caso a la pregunta y dijo: “¿A ti qué? ¡Tú sígueme!” Aquí está el intercambio en su totalidad:

“En verdad, en verdad te digo: cuando eras más joven te vestías y andabas por donde querías; pero cuando seas viejo extenderás las manos y otro te vestirá, y te llevará adonde no quieras. Esto dijo, dando a entender la clase de muerte con que Pedro glorificaría a Dios. Y habiendo dicho esto, le dijo: Sígueme. Pedro, volviéndose, vio que les seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el que en la cena se había recostado sobre el pecho de Jesús y había dicho: Señor, ¿quién es el que te va a entregar? Entonces Pedro, al verlo, dijo a Jesús: Señor, ¿y éste, qué? Jesús le dijo: Si yo quiero que él se quede hasta que yo venga, ¿a ti, qué? Tú, sígueme!” (Juan 21:18-22)

Las palabras abruptas de Jesús - “¡No es asunto tuyo, sígueme!” – son música a mis oídos. Ellas me liberan del lazo deprimente de la comparación funesta. A veces, cuando escanéo los anuncios de 'Christianity Today' (todos los diez mil), me desanimo. No tanto como lo hacía hace veinticinco años, pero aún encuentro agobiante la avalancha de sugerencias ministeriales.

Libro tras libro, conferencia tras conferencia, DVD tras DVD, - diciéndome cómo tener éxito en el ministerio. Y todos dándome sutilmente el mensaje de que no lo estoy haciendo bien. La adoración podría ser mejor. La predicación podría ser mejor. La evangelización podría ser mejor. La asistencia pastoral podría ser mejor. El ministerio juvenil podría ser mejor. Las misiones podrían ser mejor. !Esto es lo que funciona! !Compra esto! !Ve aquí! !Hazlo de esta manera! Y para añadir leña al fuego, !algunos de esos libros y conferencias son míos!

Así que me sentí alentado por las palabras abruptas de Jesús hacia mí (y hacia ti): "¿Y a ti qué? ¡Tú sígueme!" Pedro acababa de escuchar una palabra muy fuerte: Tú morirás - con mucho dolor. Y su primer pensamiento fue la comparación. ¿Y qué con Juan? Si yo tengo que sufrir, ¿sufrirá él también? Si mi ministerio va a terminar de esa forma, ¿cómo terminará el suyo? Si no llego a vivir una larga vida de ministerio fructífero, ¿llegará a hacerlo él?

De esa forma pensamos como pecadores. Comparar. Comparar. Comparar. Ansiamos saber en dónde estamos en comparación con otros. Hay algo de orgullo si podemos encontrar a alguien que sea menos efectivo que nosotros. ¡Ay! Aún recuerdo la pequeña nota que me dejó mi Asistente Residente en Elliot Hall durante mi último año en Wheaton: “Amar es dejar de comparar.” ¿Qué tiene que ver eso contigo, Piper? ¡Sígueme!

  • ¿A ti qué te importa que David Wells tenga tan amplio conocimiento de los efectos dominantes del postmodernismo? ¡Tú sígueme!
  • ¿A ti qué te importa que Voddie Baucham recite el Evangelio tan poderosamente sin usar notas? ¡Tú sígueme!
  • ¿A ti qué te importa que Tim Keller vea tan claramente las conexiones entre el Evangelio y la vida profesional? ¡Tú sígueme!
  • ¿A ti qué te importa que Mark Driscoll sepa al dedillo el lenguaje y la locura de la cultura pop? ¡Tú sígueme!
  • ¿A ti qué te importa que Don Carson lea quinientos libros al año y combine la perspicacia pastoral con la profundidad y exhaustividad de un erudito? ¡Tú sígueme!

Esa palabra causó en mí gran regocijo. Jesús no me juzga por mi superioridad o inferioridad respecto a otras personas. Ningún predicador. Ninguna iglesia. Ningún ministerio. Esos no son los estándares. Jesús tiene un trabajo para que yo haga (y uno diferente para ti). No es lo que le ha dado a otros a hacer. Hay gracia en hacerlo. ¿Confiaré en El por esa gracia y haré lo que me ha sido dado a hacer? Esa es la pregunta. ¡Oh! ¡La libertad que llega cuando Jesús nos fortalece!

Espero que encuentres el ánimo y la libertad hoy, cuando escuches a Jesús decir a todas tus comparaciones: ¿A ti qué? ¡Tú sígueme!

Mientras escribo estas palabras, no sé cuánto tiempo de vida me queda.

Pudiesen ser segundos, minutos, horas, días, semanas, meses o años.

Pero lo que si se es que cada segundo, cada minuto, cada hora, cada día, cada semana, cada mes y cada año que me resta por vivir, debo vivirlo para Dios, de tal manera que, cuando llegue al cielo y este delante de su presencia, yo pueda saber con certeza que viví al máximo para que su propósito pudiese ser realizado en mi vida.

Y de este modo, cuando la hora de mi partida se acerque, yo pueda estar completamente agradecido a mi Dios por la oportunidad que me dio de conocerle y servirle en este mundo, sin importar la hora, el día o la forma en que el decida llevarme a mi hogar celestial.

“Pues si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos, para el Señor morimos; por tanto, ya sea que vivamos o que muramos, del Señor somos.”

Romanos 14:8