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El problema con el "ojalá"

image Ojalá. Esta es una palabra árabe castellanizada que brota de lo profundo de nuestro corazón cuando esperamos que algo suceda o que algo sea como lo soñamos. Hemos trasladado el "Dios lo quiera" por el "ojalá" (aunque en su origen etimológico dice exactamente lo mismo ya la gente no lo entiende así). La persona que espera que nuestros sueños se hagan realidad ya no dice "Dios te bendiga", ahora te dice "suerte". Como ahora vivimos en el mundo de la casualidad evolutiva y del agnosticismo, entonces, el "ojalá" se convierte en la más alta nota probabilística. En todos los terrenos de nuestra vida: económicos, amorosos, laborales, familiares, etc., etc., el "ojalá" forma parte fundamental de la estructura gramatical de nuestros pensamientos. Seguramente, le hemos perdido la cuenta a las numerosas oportunidades en que hemos suspirado diciendo: "¡Ojalá fuese cierto!".

Me parece que el problema con el "ojalá" radica en el carácter pesimista con el que usamos esta frase. Ya decían los antiguos: Eadem sunt omnia semper (Todo es siempre lo mismo). Al pronunciar la consabida palabra estamos dando cuenta que todo es sueño... y los sueños, ¡sueños son! Abraham no escapa a esta milenaria palabrita. En las breves reflexiones que hemos hecho de su vida nos hemos encontrado con un hombre íntegro y capaz de jugarse el partido entero por sus convicciones. En conclusión, un hombre inclaudicable. Pero todos tenemos nuestro talón de Aquiles y Abraham también tenía el suyo. El podía obedecer a Dios y seguirlo por los caminos más difíciles; sin embargo, había un "ojalá" que siempre sería para él sólo un sueño: tener su propio hijo. Al momento de aparecer en la historia, este hombre ya era un anciano y su mujer anciana también, y estéril. Ya no estaba en el terreno de las posibilidades de Abraham concretar el plan "A", o sea, tener un hijo carnal con su esposa. Ahora, el plan "B" y "C" estaban en pleno ejercicio. En un primer momento, él pensaba que su heredero sería su leal mayordomo Eliezer. El conocía bien sus negocios y sería un buen jefe para todo el grupo humano que giraba en torno al patriarca. Pero como buen plan "B" siempre terminaba con un suspiro de insatisfacción y un largo: "Ojalá...". El plan "C" se regía conforme a las costumbres de la antigüedad; una de las esclavas jóvenes de su esposa tuvo relaciones con él para poder procrear al sucesor que tanto le hacia falta. Era como el dicho ése que dice "A falta de pan, buenas son tortas". Pero los planes "C" siempre son problemáticos. Son paliativos pero con devastadores efectos secundarios. Veamos: "Y él se llegó a Agar, la cual concibió; y cuando vio que había concebido, miraba con desprecio a su señora. Entonces Sarai dijo a Abram: Mi afrenta sea sobre ti; yo te di mi sierva por mujer, viéndose encinta, me mira con desprecio; juzgue Jehová entre tú y yo. Y respondió Abram a Sarai: He aquí, tu sierva está en tu mano; haz con ella lo que bien te parezca. Y como Sarai la afligía, ella huyó de su presencia" (Gn.16.4-6). ¡Tremendo argumento de teleserie! Supongo que Abraham tuvo que haber lanzado el consabido "Ojalá..." y con profunda resignación siguió enfrascado en sus aparentemente inalterables circunstancias.

Bueno, ahora el Señor hace su aparición. Cuando ya Abraham tenía casi el rompecabezas completo (salvo unos "pequeños" problemitas por resolver), el Señor hace caer las piezas al suelo diciéndole: "... Sarai tu mujer no la llamarás Sarai, mas Sara será su nombre. Y la bendeciré, y también te daré de ella hijo; sí, la bendeciré, y vendrá a ser madre de naciones; reyes de pueblos vendrán de ella" (Gn.17.15-16). El texto del encabezado nos muestra el silencioso "ojalá" de Abraham. Cuando hay asuntos que entran a tramitación en la oficina de "OJALÁS" de nuestra conciencia, duermen el sueño eterno del expediente archivado sin resolver. Por eso, el Señor es más enfático aun con Abraham: "Respondió Dios: Ciertamente Sara tu mujer te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Isaac; y confirmaré mi pacto con él como pacto perpetuo para sus descendientes después de él. Y en cuanto a Ismael (el hijo de Agar, la esclava), también te he oído; y he aquí le bendeciré, y le haré fructificar y multiplicar mucho en gran manera..." (Gn.17.19-20).

Ahora, el "ojalá" de Abraham no sólo lo involucraba a él sino también a Sara, su esposa. Hay muchos sueños que quedan en el terreno de las nubes debido a que todas las personas involucradas no están de acuerdo. El Señor debía trabajar también con la señora de Abraham. " ... ¿Dónde está Sara tu mujer? Y él respondió: Aquí en la tienda. Entonces dijo: De cierto volveré a ti; y según el tiempo de la vida, he aquí que Sara tu mujer tendrá un hijo. Y Sara escuchaba a la puerta de la tienda, que estaba detrás de él. Y Abraham y Sara eran viejos, de edad avanzada; y a Sara le había cesado ya la costumbre de las mujeres. Se rió, pues, Sara entre sí, diciendo: ¿Después que he envejecido tendré deleite, siendo también mi señor ya viejo? Entonces Jehová dijo a Abaham: ¿Por qué se ha reído Sara diciendo: ¿Será cierto que he de dar a luz siendo ya vieja? ¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Al tiempo señalado volveré a ti, y según el tiempo de la vida, Sara tendrá un hijo" (Gn.18.9-14). El "ojalá" de Abraham se iba a convertir en realidad porque Dios estaba interponiendo sus buenos oficios. En medio de la naturalidad ("según el tiempo de la vida") Dios obraría milagrosamente, haciendo que esta pareja de ancianos tengan un hermoso fruto. Entrelíneas esta historia nos muestra el gran deseo de Dios por persuadir a sus hijos, para hacerles ver que el terreno de los "imposibles ojalás" es de su propiedad.

Tomado de las “Reflexiones Aterrizadas” de José (Pepe) Mendoza, pp. 13,14

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