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Dios no nos invita a imitar a Cristo

Todos estamos dispuestos a ir e imitar a Cristo, utilizando nuestras fuerzas, sacrificándonos, haciendo cosas maravillosas. “Esto es cristianismo –decimos-, esto está bien: ¡la imitación de Cristo!”. No, dice el Evangelio, no es así en absoluto. Dios no nos invitar a imitar a Cristo, a intentar poner en práctica su enseñanza, con la promesa de recompensarnos librándonos del pecado. ¡No, no! ¡No es eso en absoluto! El mensaje no es mirar a “Jesús” (como le llaman), como el gran ejemplo moral, el gran maestro; es a mirar al patíbulo, a un hombre con una corona de espinas sobre su frente y con expresión de dolor en su rostro, clamando: “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?”: a un hombre muriendo en aparente debilidad, cuyo cuerpo es sepultado en un sepulcro con una gran piedra en la entrada. Es lo que se nos pide que miremos: ¡A Jesucristo y Jesucristo crucificado!

El evangelio dice que es el camino de la salvación; que es el camino para librarnos de nuestro pecado y de nuestro problema; que es el camino para alcanzar la plenitud y la felicidad: Ve al Calvario. Mira a Cristo muriendo en la Cruz, comprende lo que estaba sucediendo, lo que significa: que estaba cargando con tus pecados sobre su cuerpo, que tus pecados estaban siendo castigados en El, que Dios ha puesto tu iniquidad sobre El y la ha tratado allí. Esto es todo; no tenemos que hacer otra cosa que admitir nuestro pecado, arrepentirnos, confesarlo todo y entonces creer sencillamente que Cristo, el Hijo de Dios, ha muerto por nosotros y nuestros pecados; y si lo haces te salvaras de inmediato.

“¿Qué? –dice el hombre-. ¿Solo eso? ¡Es algo monstruoso! ¿No tengo que salir del culto y decidir ser mejor y participar en un cursillo de instrucción sobre como tomarse en serio el cristianismo, leer libros, intentar hacer buenas obras, y entonces…?”

No, lo único que debes hacer es mirar a la Cruz y ver al Hijo de Dios muriendo y decir: “Creo en este mensaje, creo lo que me está diciendo que crea, que es el Hijo de Dios, que ha muerto por mi y por mis pecados y que recibo el perdón de inmediato, me convierto inmediatamente en hijo de Dios, me convierto en cristiano, el Espíritu pone vida en mi”. Solo eso, nada más. Ningún programa, ningún tratamiento de larga duración, nada en absoluto, solo eso.

Martyn Lloyd-Jones, Sermones Evangelísticos, Editorial Peregrino (2003), p.113,114

1 comentario

Unknown dijo...

Creo que si miramos al "patíbulo" sin ver a Jesús como el "gran ejemplo moral", entonces su sacrificio al morir por nosotros no sería apreciado por "nosotros" si no evaluamos su gran comportamiento moral.

El gran valor de su muerte en la cruz del calvario, es que el "cordero perfecto", libre de todo pecado, murió de manera "injusta" por nuestros pecados, sólo por demostrarnos cuán grande era su amor. Cuando digo injusta me refiero a que no lo merecía, pero a pesar de esto, este fue el Plan del Padre y Soberano Dios.

En fin, ambos no son mutuamente excluyentes, para que la cruxificción tenga el valor que tuvo, Cristo debió haber sido el Cordero Inmolado, el Cordero libre de pecado...y que por amor, a pesar de tener estos requesitos ya cubiertos, nos enseño a ser humildes y amarnos...Como dice Juan 15:13 "Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos"

Sócrates Medina