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Un tren en marcha y a toda velocidad

Cada vez que pecamos; cada vez que le damos lugar al pecado en nuestras vidas (lo cual se siente tan placentero y atractivo cuando la tentación toca a nuestra puerta), nos colocamos delante de un tren; un tren en marcha y a toda velocidad, que nos está empujando a la destrucción. Un tren que, si somos sinceros, nos está llevando al punto dónde jamás quisiéramos llegar; al punto de perder todo lo que hemos recibido de la gracia de Dios: nuestras familias, nuestro llamado a servir a Dios, y por último, nuestras vidas.

(Photo by Anthony Colburn)

1 comentario

Anónimo dijo...

Eso es así.