Nosotros somos modernos, y los hombres de esta época, si bien tienen una gran percepción del hombre mismo, tienen un concepto bastante bajo de Dios. Cuando, para no hablar del hombre de la calle, un hombre de iglesia emplea la palabra “Dios”, el pensamiento que le viene a la mente no es generalmente el de la majestad divina.
A un libro reciente se le ha titulado “Your God is Too Small” (Tu Dios es demasiado pequeño); este es un título apropiado para la época. Hoy nos encontramos en el polo opuesto a nuestros antepasados evangélicos en este orden, aun cuando confesemos nuestra fe con las mismas palabras que ellos. Cuando empezamos a leer a Lutero, a Edwards, o a Whitefield, aun cuando nuestra doctrina pueda ser igual que la de ellos, pronto comenzamos a darnos cuenta de que tenemos muy poco que ver con ese Dios poderoso a quien ellos conocían tan íntimamente.
Hoy se pone gran énfasis en la idea de que Dios es personal, pero se expresa el concepto de tal modo que nos queda la impresión de que Dios es una persona tal como nosotros: débil, inadecuado, poco efectivo, mas bien patético. ¡Pero este no es el Dios de la Biblia! Nuestra vida individual es cosa finita: esta limitada en todas las direcciones, en el espacio, en el tiempo, en conocimiento, en poder. Pero Dios no esta limitado. Es eterno, infinito y todopoderoso. Él nos tiene en sus manos, pero nosotros jamás podemos tenerlo a él en las nuestras. Como nosotros, él es un ser personal, pero a diferencia nuestra es grande. A pesar de su constante prédica sobre la realidad del interés personal de Dios en su pueblo, y sobre la mansedumbre, la ternura, la benevolencia, la paciencia y la anhelosa compasión que nos muestra, la Biblia nunca deja que perdamos de vista su majestad y su dominio ilimitado sobre todas sus criaturas.
J.I. Packer, El Conocimiento del Dios Santo, Editorial Vida (2006), p.107-108
¡Este no es el Dios de la Biblia!
29 de mayo de 2012
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