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Mi propia convicción herética

Por mucho tiempo pensé que el objetivo principal de todo cristiano debía ser servir a nuestro Señor. Esta es la razón por la que por tanto tiempo me he enfocado en servir, ya sea tocando guitarras en un grupo de alabanzas, trabajando con un grupo de jóvenes, organizando sillas, o manejando las finanzas en una iglesia, mientras que mi propia vida de santidad, coqueteando con el pecado, no era importante para mí.

Todo este tiempo he tenido la propia convicción herética de que mi santidad no es importante para Dios, y que debido a que estamos en un periodo de gracia, El está siempre dispuesto y “obligado” a perdonarme cada vez que yo realice alguna confesión ante El, aunque mi vida luego no muestre con acciones, cuan arrepentido realmente estoy de mis pecados.

Servir a Dios jamás puede ser la meta u objetivo final de cada cristiano, porque Dios puede usar a quien El quiera, como El quiera y cuando El quiera, aun siendo el objeto de su uso personas impías y apartadas de El (Tal es el caso de Balaam y su burro en Números 22).

Pero lo que si le importa a Dios y lo que El espera de cada uno de nosotros, es una vida de santidad, como producto de nuestros arrepentimientos (diciendo “No” a lo que Dios llama “No”; dejando atrás lo que a EL no le agrada), y de nuestra consagración (diciendo “Si” a lo que el llama “Si”, y viviendo de la forma en que el nos ha llamado a vivir en su Palabra).

El servicio a Dios entonces será una consecuencia de nuestra vida de santidad, y de esta manera no tendremos que temer a las aterradoras palabras de Jesús para aquellos que se enfocaron solo en HACER en vez de SER:

Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” (Mateo 7:22-23).

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