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Ha pasado poco tiempo luego de que Dios liberara al pueblo de Israel de las manos de Egipto, mostrando su grandeza y poderío al abrir el mar rojo y permitir que Israel pasara por tierra seca, cuando ya el pueblo de Israel ha comenzado a murmurar contra Dios. Primero porque no tenían que comer (Ex.16:2-3) y luego porque no tenían que beber (Ex.17:2-7).

Lo difícil de admitir aquí es que yo soy igual a Israel. No solo olvido prontamente las maravillas y proezas que Dios ha hecho a mi vida, y el perdón que me ha extendido, sino que cuando llega la prueba, que es lo que Dios envió a su pueblo en ese tiempo para probar sus corazones, soy pronto en quemarme en la misma.

Pienso que una de las cosas más importantes que podemos hacer como hijos de Dios es admitir nuestras flaquezas y debilidades, no como excusas para llevarnos a pecar y fracasar delante de Dios, sino como un clamor diario que tenemos que hacer a Dios para que nos fortalezca y nos ayude de esta manera a crecer en obediencia hacia EL en nuestro diario vivir.

No debemos hacer esto buscando ser bendecidos por Dios, para que nos envíe algún tipo de bendición material, o de salud o algo similar, NO!. Sino, porque Dios es más que digno de nuestra santidad y obediencia. Porque Jesús nuestro Señor fue obediente a su Padre hasta la muerte y muerte de cruz. Porque Dios no ha escatimado precio alguno a pagar por nuestra redención, cuando envió a su hijo unigénito a morir por nosotros en la cruz. Porque Dios nos ha amado con amor eterno.

Humillémonos pues en esta mañana delante de Dios y pidámosle perdón por nuestra incredulidad.

Hoy, mientras visitaba la hermosa isla de Puerto Rico, y mientras pasaba por la ciudad de Bayamón, me encontré con el restaurant chino donde hace más de 18 años trabajé por varios veranos.

Desde que tenía la edad de 12 años y hasta los 16 años, mi padre tenía la costumbre de enviarme a Puerto Rico en los veranos a trabajar en el restaurant chino de mi Padrino Sam, para de esta manera enseñarme el valor del trabajo desde bien temprano en mi juventud. Recuerdo como anhelaba que terminara el año escolar y que mi padre me premiara con esos viajes (aunque en una ocasión debido a mis bajas notas no lo hizo).

Me encantaba Puerto Rico. Mientras trabajaba en el restaurante de mi padrino podía comer y beber todas las comidas y bebidas que ofrecían en el establecimiento sin pagar un centavo, y al final de la estadía mi padrino Sam me pagaba por todo el trabajo realizado en el verano y me llevaba a Plaza las Américas o cualquier otro mall a comprar lo que yo quisiera con el dinero que me había pagado (No era mucho dinero pero para mí era una fortuna).

Pero algo más sucedía en esos veranos. Era tan grande el vacio de amor que sentía por dentro, causado por el divorcio de mis padres y las heridas que esto había traído en mi niñez, que el simple trato amable de los empleados del restaurante y las personas que conocía en esta nación hacían que yo no quisiera regresar a mi país. De hecho lloraba cuando llegaba la hora de regresar a Santo Domingo, ya que no quería volver a mi hogar.

Al comparar aquellos días con el día de hoy, puedo darme cuenta de que algunas cosas han cambiado en estos últimos 18 años.

Ya el restaurante no pertenece a mi padrino, quien hace algunos años lo vendió para irse a vivir a Nueva York y emprender un negocio allá. Fue interesante entrar de nuevo al establecimiento y ver las mismas mesas de aquel entonces y la misma distribución del local, aunque tanto el mostrador y la cocina del restaurante los habían cambiado de sitio.

Por otra parte, ese vacío que sentía en mi juventud hoy no existe, ya que desde que entregué mi vida al señorío Jesucristo a la edad de 17 años de edad, EL se encargó de llenar ese vacío existencial que sentía dentro de mí y que ninguna cosa creada en este mundo podía satisfacer, a la vez de sanar todas las heridas que tenía en mi corazón.

Otra cosa que ha cambiado, es que a diferencia de aquella época donde no quería regresar a mi hogar, desde que llegué a esta nación he estado contando los días para regresar a mi esposa y mis hijos, los cuales extraño demasiado y sin los cuales me siento incompleto.

No obstante, al mirar hacia atrás y considerar los 18 años que han transcurrido, puedo darme cuenta de una cosa que no ha cambiado, y esta es que sigo siendo un hombre pecador necesitado de un Dios redentor. Mi hambre y necesidad por el Dios de la biblia no han cambiado aunque si mi relación con EL, ya que pasé de ser un enemigo a ser su hijo por medio de su obra redentora en la cruz.

Al considerar todo esto solo puedo quedar atónito al ver las misericordias y bondades que el Señor ha tenido conmigo en estos últimos 18 años, las cuales, sin yo merecerlo, ha derramado sobre mi por su propia y soberana elección.

Siete plagas enviadas, mas una octava anunciada y aún Faraón sigue sin obedecer a la voz del Señor.

Dios le convirtió el Nilo en sangre (Ex. 7:17-25), le lleno su nación de ranas (Ex. 8:1-14), de piojos (Ex.8:15-19), de enjambres de insectos (Ex. 8:20-25), y de una peste que mató todos sus caballos, vacas, asnos, camellos y ovejas (Ex.9:1-7). Le produjo furúnculos que resultaron en úlceras en los hombres y animales por toda la tierra de Egipto (Ex.9:8-12), hizo llover granizo tan intenso que hirió todo lo que había en el campo (Ex.9:18-26), y está anunciándole una lluvia de langostas que cubrirá la superficie de la tierra y que se comerán todo árbol del campo que los granizos hayan dejado vivos, y aún en medio de esto, mientras sus siervos le dicen a Faraón: ¿No te das cuenta de que Egipto está destruido? , el corazón de Faraón sigue tan endurecido que no obedece a la voz del Señor.

¿Te has puesto a pensar que así somos nosotros cuando estamos envueltos en nuestros delitos y pecados?

Así como a Faraón le hablaron sus siervos para hacerlo entender, así nos advierten nuestros amigos, hermanos, pastores, y demás personas enviadas por el Señor, diciéndonos: ¿Es que no te das cuenta de que tu vida está destruida?

Pero aún preferimos pecar y continuar en los deleites temporales del pecado, aún cuando sufrimos sus consecuencias y perdemos nuestros trabajos, esposa, hijos, ministerios, y demás cosas que son importantes para nosotros. Pero esto es porque cuando hemos entregado nuestras vidas a las garras del pecado este produce endurecimiento en nuestro corazón.

Esta es una buena mañana para revisar nuestras vidas y ver si estamos tan endurecidos como Faraón, o si hemos respondido al llamado del Señor.

Hoy es un buen día para arrepentirnos de nuestra maldad y entregar nuestras vidas por completo al señorío de Jesucristo.

“Pero yo sé que el rey de Egipto no os dejará ir, si no es por la fuerza”

(Exodo 3.19)

A veces, cuando nos encontramos en medio de aflicciones y situaciones difíciles que no podemos resolver olvidamos que nuestro Dios ya conocía de antemano que pasaríamos por ellas, y actuamos como si las mismas no solo nos han sorprendido a nosotros, sino que también han sorprendido a nuestro Dios.

Entonces empezamos a atar y reprender a Satanás y sus demonios, como si de alguna manera ellos se hubiesen escapado de la mano de Dios y han venido a maltratarnos con un plan escondido que Dios no ha podido ver de antemano. Como si de alguna manera el diablo y sus secuaces fuesen más inteligentes y vivos que Dios.

Cristiano, no olvides en esta mañana que no hay circunstancia o situación alguna que escape de la mano de Dios. Aún las artimañas del enemigo son usadas por Dios para forjar en nosotros su carácter.

Pero este verso no solo nos recuerda el hecho de que nuestro omnisciente Dios conoce de antemano todas las oposiciones que enfrentaremos en nuestras vidas, sino que también, al leer el verso siguiente, podemos alegrarnos al recordar que también nuestro Dios y padre posee la capacidad de liberarnos de las mismas:

“Pero yo extenderé mi mano y heriré a Egipto con todos los prodigios que haré en medio de él, y después de esto, os dejará ir.” (Exodo 3.19)

Así que hermano que lees esto esta mañana, levanta tu mirada y descansa en el Señor, quien no solo conoce las situaciones que te agobian y las tentaciones que enfrentas, sino que también extenderá su mano a su tiempo y te rescatará de las mismas, ya sea en esta vida o cuando entremos en su gloria.

¿Has pensando en esta mañana en las cosas de las cuales te ha librado Dios?

Cuando leo las noticias y escucho de crímenes, violaciones, asesinatos, suicidios, drogas, robos, homosexualismo, depravaciones, y demás cosas por el estilo, solo pienso: “Ese pude haber sido yo!”

No me refiero a las víctimas (aunque también de eso me ha librado Dios), sino a los victimarios, a quienes cometieron los crímenes. Yo pude haber sido ese asesino, ese violador, ese ladrón, ese depravado, ese drogadicto, ese homosexual, ese suicida, pero de eso me ha librado Dios.

Cuando pensamos en el hecho de que antes de que Dios nos rescatara de nuestros delitos y pecados éramos esclavos de los mismos y pertenecíamos a nuestro señor y padre “el diablo”, entonces nos damos cuenta de qué nos ha librado Dios. No había límite de pecados que pudiéramos cometer. No había educación o leyes civiles que nos hubieran libertado de esa esclavitud, sino solo el rescate de un Dios amoroso y misericordioso.

Hoy es un buen día para humillarnos y agradecer a nuestro Señor por sus bondades sobre nuestras vidas y a la vez pedirle que nos permita ser agentes de reconciliación útiles para su reino. Que podamos ir a los que se pierden y brindarles el amor que hemos recibido, para que al igual que nosotros, ellos también sean traspasados de tinieblas a luz.

“¿Acaso estoy yo en lugar de Dios?”

Genesis 50:19

Admito que constantemente yo me pongo en el lugar de Dios. Juzgo a las personas que me rodean, sus acciones e intenciones, sin conocer yo el verdadero motivo detrás de las mismas.

Pero, ¿quién soy yo para juzgar el siervo de otro? (Ro 14.4). Dios no me ha puesto como juez sobre su tierra, sino como uno de sus hijos, por lo tanto mi trabajo no es juzgar a los demás, sino predicarles el amor de Dios.

Que Dios nos permita en este día y los demás que tenemos por delante, a ser tan amorosos, piadosos, misericordiosos, bondadosos, compasivos, pacientes y lentos para la ira con los demás, como EL ha sido con nosotros, quien nos ha aceptado y soportado, a pesar de nuestros pecados.

“Hermanos, orad por nosotros”

1 Tesalonicenses 5:25

Reservamos esta mañana del año para refrescar la memoria del lector sobre el asunto de las oraciones a favor de los pastores, e imploramos muy encarecidamente a cada familia cristiana que cumpla con el ferviente pedido del texto, formulado primero por un apóstol, y ahora repetido por nosotros.

Hermanos, nuestra obra es de trascendental importancia e implica el bienestar o la calamidad de miles. Nosotros, en nombre de Dios, tratamos con las almas sobre asuntos eternos, y nuestra palabra es olor de vida para vida y olor de muerte para muerte. Una grave responsabilidad descansa sobre nosotros, y no será una insignificante gracia si somos hallados libres de la sangre de todos los hombres.

Como oficiales del ejército de Cristo somos blanco principal de la enemistad de hombres y demonios, que esperan nuestra vacilación y se afanan por tomarnos del calcañar. Nuestra sagrada vocación nos coloca en tentaciones de las que vosotros estáis exentos; sobre todo, nos suele apartar de nuestro goce personal de la verdad y nos lleva a una consideración ministerial y oficial de la misma. Hemos de hacer frente a muchos asuntos difíciles, y nuestra razón no sabe que decir. Observamos con tristeza a los que vuelven atrás, y nuestros corazones se sienten heridos; vemos perecer a millones, y nuestros espíritus se abaten. Deseamos serviros con nuestra predicación y ser una bendición para vuestros hijos; ansiamos ser útiles: a creyentes y a pecadores; interceded, pues, por nosotros ante Dios. Somos miserables sino podemos contar con vuestras oraciones, pero somos felices si vivimos en vuestras súplicas.

No esperéis de nosotros las bendiciones espirituales, sino del Maestro; si bien muchas veces El dio esas bendiciones por medio de sus ministros. Pedid, pues, frecuentemente que seamos los vasos de barro en los cuales el Señor ponga el tesoro del Evangelio.

Charles Spurgeon, Lecturas Matutinas, Editorial Clie (2007), Día 7 de Julio

Sermón predicado por el pastor Héctor Salcedo de la Iglesia Bautista Internacional el pasado 21 de Junio del 2009.

El texto base es Mateo 5:13-16, y el sermón puede ser descargado aquí.

A continuación un extracto del mensaje:

Nosotros estamos llamados a vivir una vida tal, que genere sed en los otros por el agua viva que es Cristo. Ese es el tipo de vida que yo tengo que vivir. Que la gente sienta que necesita lo que yo tengo, que necesita el fluido que me da vida a mí (que es Cristo) y lo quiera para sí. Ese es el tipo de vida que yo debo vivir.

Y yo me pregunto:

¿Está tu vida creando sed de Dios en otros?

¿Hay evidencias en tu entorno de que tú has creado sed por Cristo en la vida de los que te rodean?

“Santifícalos” –dice Jesús- “en tu verdad; tu Palabra es verdad”.

Son muchos los pasajes de la Escritura que prueban que la Palabra de Dios es el instrumento de la santificación. El Espíritu de Dios lleva a nuestra mente los preceptos y doctrinas de la verdad y los aplica con poder. Estos preceptos, oídos y recibidos en el corazón, obran en nosotros el querer y el hacer por la buena voluntad de Dios. La verdad es la que santifica, y si nosotros no oímos o no leemos la verdad no creceremos en santificación. Solo progresaremos en la vida perfecta si progresamos en el conocimiento perfecto. “Lámpara es a mis pies tus palabras y lumbrera a mi camino.”

Charles Spurgeon, Lecturas Matutinas, Editorial Clie (2007), Día 4 de Julio

“Y el Señor estaba con José”

(Génesis 39:2)

Cuando vemos la vida de José en la Palabra de Dios, podemos observar que en cada momento de su vida, en los momentos buenos y en los momentos malos, el Señor siempre estaba con el.

Cuando fue echado en el pozo del desierto, cuando fue vendido a los mercaderes madianitas, cuando fue vendido a Potifar en Egipto, cuando Potifar lo hizo mayordomo de su casa, cuando fue acusado falsamente por la esposa de Potifar de acoso sexual y luego echado a la cárcel, cuando el jefe de la cárcel confió en sus manos a todos los presos de la cárcel y lo hiso responsable de todo lo que se hacía en aquel lugar, cuando interpretó los sueños del jefe de los coperos y del jefe de los panaderos, cuando interpretó los sueños de Faraón, cuando Faraón lo puso sobre toda la tierra de Egipto, y en cada momento más adelante de su vida, el Señor siempre estaba con el.

Como cristianos a veces tememos a que Dios no nos use, que no nos utilice para la causa de su reino, como si servir al Señor fuera lo más importante en nuestras vidas, sin embargo, nuestro más grande temor debiera ser, que el Señor no esté con nosotros.

Nuestro más grande temor debería ser despertarnos en las mañanas y que el Señor no esté con nosotros. Ir a nuestros trabajos, estudios o demás compromisos, y que su presencia no nos acompañe. Hacer nuestros planes familiares y que la guianza de nuestro Señor no nos dirija.

Querido hermano que lees estas palabras en esta mañana, que tu corazón tiemble si hay algo que temas más que la ausencia del Señor en tu vida. Si existe algún pecado, ser querido, trabajo, deseo, u objetivo personal que valores más que al Señor y su presencia en tu vida, hoy es el día que el Señor ha provisto para nuestro arrepentimiento.

Oración:

Padre perdóname porque en momentos he valorado más el pecado, deseos y sueños, más que a ti y tu presencia en mi vida. A veces he creído que yo soy el centro del universo, y que el mundo gira en torno a mí, por lo que el objetivo máximo de mi vida ha sido mi propio placer y beneficio personal, cuando el objetivo máximo de mi vida deberías ser tú, conocerte y amarte. Abre mis ojos a tu verdad en esta mañana y ayúdame a encontrar la satisfacción de mi vida en ti.

Las corrientes de agua viva que fluyen de Jerusalén no se secaban por los calores abrasadores del verano, ni tampoco se helaban por los fríos vientos del invierno. Regocíjate alma mía, de que hayas sido dejada para testificar de la fidelidad del Señor. Los tiempos cambian, y tú también cambias, pero tu Señor permanece siempre el mismo, y las corrientes de su amor son tan profundas, tan amplias y tan completas como siempre.

Los calores de las ansiedades de la vida y de las ardientes pruebas me hacen sentir la necesidad de las refrescantes influencias del rio de su gracia. Puedo ir en seguida y beber hasta saciarme de la inagotable fuente pues sus aguas corren tanto en invierno como en verano. Las fuentes de arriba nunca están escasas de agua, y las de abajo no pueden menguar. Elías hallo seco el arroyo de Cherit pero Jehová seguía siendo el mismo Dios providente. Job dijo que sus hermanos habían mentido como arroyos, pero halló que su Dios era un desbordante rio de consolación. El Nilo constituye la gran confianza de Egipto, pero sus inundaciones son variables. Nuestro Señor es siempre el mismo.

Desviando el curso del Éufrates, Ciro tomó la ciudad de Babilonia, pero ni poder humano ni infernal puede desviar la corriente de la gloria divina. Los cursos de los antiguos ríos se hallaron secos y desolados, pero los ríos que nacen en las montañas de la divina soberanía y del infinito amor siempre estarán llenos hasta el borde. Pasan las generaciones, pero la corriente de la gracia sigue inalterable.

El rio de Dios canta con mayor razón lo que canta el arroyo en este verso: “Los hombres vienen y van, pero yo sigo siempre”. ¡Cuan feliz eres, alma mía, por ser conducida a tan tranquilas aguas! Nunca vayas a otras fuentes para que no oigas esta reprensión del Señor: “¿Qué tienes tú en el camino de Egipto, para que bebas agua del Nilo?”

Charles Spurgeon, Lecturas Matutinas, Editorial Clie (2007), Día 1 de Julio